La importancia del futbol como fenómeno de masas resulta evidente, lo hemos vuelto a comprobar en el reciente mundial de Qatar, y su incidencia en la salud social es innegable.
Y es que, aunque el deporte en general sea un tema un tanto desdeñado
o menospreciado por los intelectuales, especialmente de aquellos que más
miramos y admiramos como G. Marañón y Juan M. de Prada, que así
lo expresan, tal vez sea porque no han analizado en profundidad su incidencia
y calibrado su verdadera dimensión humana.
Es seguro que si Marañón hubiera podido contemplar, como hoy lo podemos hacer por televisión: países y casi el mundo entero, paralizados por un partido de fútbol, incluidos niños, adultos y ancianos, etc, indistintamente de su edad y condición, asimismo presididos por Jefes de Estado, y todos los medios de comunicación enfocados en ello, etc., hubiera percibido el profundo significado del deporte en la evolución de las sociedades humanas.
Porque nada de cuanto hace el hombre, que no esté enfocado al mal, es estéril.
Como médico, he podido observar a ún enfermo en fase terminal recuperar toda la atencion y el animo vital durante el tiempo que duró un encuentro de fútbol, algo que no lograba ninguna medicina.
Y es que el deporte en general y el futbol en particular, poseen algunas características:
1- A su través se encauzan, a modo de juego, las energías más primitivas del hombre.
2- Es un medio de comunicación universal, a traves del lenguaje comun de las emociones, y es que hasta en el rincón más perdido del globo se conoce hoy a Messi, Cristiano Ronaldo, etc.
3.- Se favorece la integración social de la inmigración justo en el eslabón más sensible: los niños. El solo hecho de que el mito o héroe deportivo sea Messi, Cristiano, Mbappé, Pelé, etc., resulta más efectivo que cualquier campaña de concienciación antirracista.
4.- Se transmiten valores supremos, por ejemplo el acto simbólico, tan frecuente en muchos jugadores de santiguarse al salir al campo. Y es que cuando un ídolo -esto es alguien a quien se admira y por ello susceptible de enseñar por mimetismo- se santigua ante miles de millones de personas, no puede resultar algo intrascendente.
Como tampoco el acto simbólico de besar el anillo conyugal en el momento extremo de la emoción del gol, como lo haría hoy Don Quijote hacia Dulcinea.
Esta noble y trascendente función del deporte se puede visualizar en la calle a través de la imagen: por ejemplo el inmigrante viste de calle hoy, camiseta de fútbol o básquet, botas de baloncesto o gorra americana de béisbol, parece estar gritando: aunque tenga distinto color de piel soy como tú, hijo del mismo Padre”.
Pero como toda actividad humana es dinámica, algo está cambiando: la información deportiva -no por casualidad presentada casi siempre por informadores con cierto aire infantil- se enfoca cada vez menos en la victoria o derrota de un equipo y se acerca más al lado humano, a la anécdota, a la persona.