Desde hace varias décadas, se procede con el inicio de la primavera o el invierno, al cambio oficial de horario: con adelanto o retraso de una hora respectivamente.
Teóricamente su justificación es para ahorrar dinero en el coste de la energía, al aprovechar más tiempo la luz solar.
Sin embargo los efectos patológicos tanto a nivel personal como social, son evidentes y constatables, especialmente en el cambio que conlleva la perdida de una hora de sueño y del día –y más aún en niños y ancianos-. Algunos efectos son fácilmente cuantificables estadísticamente como: un mayor número de accidentes de tráfico, laborales, errores humanos o “despistes” con resultados a veces fatales, y quien sabe si también un incremento de delitos de violencia "de género” o "generales". Y posiblemente un mayor número de muertes en general.
Pero existen otros efectos no cuantificados pero si constatables en las consultas de los médicos de familia, en términos de desequilibrio de la salud de la población a nivel físico, psíquico o anímico: por ejemplo con incremento de jaquecas, mareos, dolores, reagudización de procesos digestivos, alérgicos, infecciosos, inflamatorios, etc. O predominantemente psíquicos, como irritabilidad, depresión y en general: cierta desestabilización o desequilibrio emocional, más significado en pacientes con patologías psiquiátricas crónicas
Y es que no podemos olvidar la estrecha relación que hay del ciclo circadiano con el equilibrio del ser humano a través del sistema neuroendocrino, metabólico e inmunitario, y por ello en la regulación de las constantes vitales: homeostasis, temperatura, sueño, alimentación, etc.
¿Cuánto tiempo persisten estos efectos?
El tiempo de adaptación puede ser muy variable, dependiendo de cada individuo y circunstancias como el medio ambiente, pero desde el puesto de mira del médico de familia, observamos que los síntomas suelen persistir varios días o semanas
Y la “pregunta del millón”: ¿Vale la pena o está justificado este cambio oficial de horario?
Pues en términos económicos parece discutible: los pocos estudios serios que existen, por ejemplo en los EEUU, indican que el ahorro puede ser del 5 por ciento en algunos Estados, o de cero en los Estados más cercanos al meridiano de Greenwich, como es el caso de España.
Y es que no hay que olvidar que la luz que se ahorra en la noche en vías públicas, viviendas, locales, etc., se debe utilizar en la mañana y viceversa, por no hablar de la aberración o tortura que supone por ejemplo acostar a los niños cuando el sol aún está radiante.
¿Cuál podría ser la verdadera razón de este cambio oficial de horario?
Dado que se produce en un gran número de países (en otros no, o ya lo han abandonado por su perjuicio social) la razón parece más relacionada con políticas de ingeniería social y el efecto contagio, y sobre todo por esa tendencia instintiva de algunos políticos – especialmente en democracias enfermas o inmaduras- a exhibir demostraciones públicas de poder, haciendo de los ciudadanos “masa” y por ello fácilmente manipulables.
Y es que como nos dijo un viejo pastor -y por ello sabio- : "es para hacernos mensos, doctor". Y tal vez tuviera razón, pues nada mejor para lograr este fin, que controlar lo más universal pero también lo más íntimo del ser humano: que es su reloj vital.
Esperamos que en un futuro no muy lejano, esta situación revierta y el ser humano pueda vivir en mayor armonía con la madre naturaleza. Para ello tal vez bastará que lo haga alguno de los países de mayor influencia, y por el mismo proceso de contagio se produciría un efecto dominó sobre los demás.
Nos iluminamos con estas palabras del maestro Dr. Gregorio Marañón:
“La planificación será posible y necesaria, en la economía, en la estructura social, en la sanidad, en la educación y en otros muchos campos. La planificación es algo inevitable en un mundo científico como el nuestro.
Sin duda que es mucho más fácil planificar una máquina que el comportamiento del hombre que quiere probar su voluntad libre. Y por ello es más fácil planificar el comportamiento del hombre si lo tratamos como si fuera una máquina.
Es más fácil ciertamente planificar la esclavitud que la libertad del hombre”.
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