jueves, 25 de enero de 2024

La sobrevaloración de la patogenia frente a la etiología, en la Medicina actual

 

 Libro “Manual de diagnostico etiológico”. G Marañón


     “Mi punto de vista, eje de mi actitud profesional y pedagógica, es que
del hecho clínico hay que partir, invariablemente, hacia la etiología.
Buscarla encarnizadamente y actuar con una terapéutica adecuada a ella.

    El médico debe ser antes que experimentador, naturalista;
para serlo, le basta ver con ojos de investigador
lo que la naturaleza en forma de dolor le presenta”. 

          Todo enigma tiene un sentido y hay que buscarle hasta encontrarlo, sin que 
       las excepciones desconcertantes nos induzcan a abandonar el campo recto.”.

                                      G. Marañón

 

     Parece evidente que la actual crisis de la Medicina no es ajena a una sobrevaloración de la patogenia en detrimento de la etiología.
Algo que ya advirtió el maestro Marañón.

    Lo cierto es que en los últimos cincuenta años se ha desarrollado toda una ingente industria farmacéutica y de medios terapeuticos en base a la patogenia de las enfermedades -algunas de nuevo cuño como TDAH- con infinitos tratamientos sintomáticos de administración crónica, o supuestamente con fines preventivos, y basándose en criterios patogénicos con escasa o cuestionable certificación científica.
       Por el contrario se ha postergado la etiología a un segundo plano, hasta el punto de que en los últimos 40 años apenas se han sintetizado nuevos agentes antimicrobianos como antibióticos, antimicóticos, etc.

   Podríamos decir que la mayoría de los tratamientos etiológicos actuales son farmacologicamente casi los mismos que hace 50 años. Aunque afortunadamente esto no es regla absoluta, pues en algún terreno específico sí se ha avanzado , como por ejemplo en el de los neurolépticos para trastornos psicoticos.

   Las razones de esta situación pueden ser varias, incluyendo los intereses de la industria farmaceutica, pues parece obvio que comercialmente hablando, resulta mas rentable vender productos de consumo permanente (patogénicos) que ocasionales (etiológicos)

   Este giro copernicano en la Medicina, que se inició hace más de 50 años, se puede visualizar en la continuación de la obra científica de Gregorio Marañón, especialmente del libro Manual de diagnóstico etiológico, un libro innovador, universal y que se adelantó a su tiempo, pero cuya actualización, ya fallecido el maestro, se hizo con este cambio de paradigma contrario al de su creador, como bien manifiesta el propio profesor Balcells Gorina autor de dicha actualización, frente al testimonio del maestro Don Gregorio.

Lo exponemos con más detalle aqui. Nos dice el maestro:

"Lo que verdaderamente importa es saber si la lesión cardiaca o nerviosa es reumática o sifilítica o debida a una degeneración vascular.
Solo cuando la etiología se nos escapa y, por desgracia, esto ocurre con harta mayor frecuencia de lo que quisiéramos, solo entonces, nos contentamos con el rótulo clásico de la enfermedad o del síndrome, que lleva aparejado un tratamiento necesariamente sintomático y, por tanto, incompleto (1943). O si cabe, más hondamente expresado:
Mi punto de vista, eje de mi actitud profesional y pedagógica, es que del hecho clínico hay que partir, invariablemente, hacia la etiología. Buscarla encarnizadamente y actuar con una terapéutica adecuada a ella.
Y si no se puede lograr este intento etiológico rigurosamente, no importa; hay que intentarlo de nuevo o, en el peor de los casos, proceder con una táctica aproximativa… más aún: si ni siquiera vagamente acertamos con la etiología, solo el “propósito etiológico” nos dará la mejor indicación para acertar.
La Medicina es una ciencia práctica y no unos juegos florales. Y para la solución práctica del problema que el organismo que sufre nos plantea, la patogenia nos importa solo relativamente."

G. Marañón

    Sin embargo otros maestros como Balcells Gorina muestran su desacuerdo con este enfoque radicalmente profundo de Marañón, con estas palabras:

"Desde luego no podemos compartir el punto de vista de nuestro gran clínico:
Pero si la visión etiológica de la Patología, aunque indispensable para la Medicina, es decir, para fundamentar diagnóstico y terapéutica, no nos dice nada de la íntima esencia de la enfermedad. Una nueva era - la de la fisiología clínica - ha permitido “entrar” y profundizar seriamente en los mecanismos e incidencias de todo el proceso morboso que constituye la enfermedad.

Y aunque a cada paso tropezamos con el alegato del “práctico” al que “no le interesan las patogenias”, cualquiera que recapacite deberá reconocer que solo satisface y deja tranquilo aquel diagnóstico o aquella medida terapéutica que se han montado sobre un previo conocimiento de lo que realmente está ocurriendo - fisiopatología - en el enfermo”.

(…) y si desgraciadamente se nos escapa hoy por hoy, la certeza de la mayoría de los mecanismos de enfermar o si aquellos que creíamos conocer son sujetos a revisión una y otra vez, esto no es excusa para llevar una actitud pasivamente pesimista al libro de Patología, ni es óbice para utilizar como hipótesis de trabajo las supuestas adquisiciones, aun convencidos de que son provisionales.
Pero es que además resulta imposible disociar la etiología de la patógena (…).
Hay que atender la causa en un sentido más amplio, es decir las causas remotas o primeras o las causas inmediatas, o sea, etiología y patógena".

Prosigue Balcells: 
"Pero vayamos al más puro ejemplo práctico:
¿Es que tratamos la etiología al dictar la terapéutica de la insuficiencia cardiaca en una mitral? en modo alguno, hacemos un tratamiento funcional no ionotropo, porque la causa aquí, como en otros muchos casos, no se puede apartar y lo que nos interesa es el estado funcional de su circulación y corregirlo.
Si solo practicáramos el tratamiento causal tendríamos que renunciar al 90 por ciento de las intervenciones médicas.
Cuando practicamos una terapéutica desensibilizante, inmunodepresiva, espasmolítica o vasodilatadora, o con cortisona, o salicilatos hacemos un tratamiento de base patogénica (...), de síntomas.
Además la etiología es muchas veces remota y resulta inaccesible a cualquier terapéutica actual.
Lo que interesa es la reacción anómala, patergica e inespecífica, es decir, la patógena actual del proceso." 

Balcells Gorina

     Lo cierto es que aunque ya existía el término etiopatogénico, es evidente la total discrepancia de ambas visiones, la de Marañón y Balcells; hecho que carecería de importancia, si no fuera porque forman parte estructural de su personalidad y eje de su ejercicio profesional, y porque sobre el segundo recayó la responsabilidad de actualizar un libro, Manual de diagnóstico etiológico”, que era espejo del primero.

    Por lo demas creemos, basándonos en los mismos ejemplos expuestos por el profesor Balcells, que es evidente que la actitud de Marañón no era “cruzarse de brazos” cuando no se sabía la etiología de una enfermedad (lo expresa claramente), sino que el tratamiento sintomático no debe abdicar de buscar la causa última, y por ello la definitiva “el dilema que nos propone la naturaleza, para ser resuelto”.

    Aunque las razones que dan ambos clínicos van cargadas de verdad, y lo que es más importante, de la noble intención del “médico de raza” por encontrar la forma más idónea de aliviar el sufrimiento humano, a nuestro juicio nos parece más ajustada a la Verdad la actitud de Marañón, que si de algo no se puede tachar es de ser  pasiva´o pesimista, más bien al contrario: cuando se busca la raíz o la causa de un problema siempre se inicia un camino y se abre un horizonte resolutivo.

    Por contra, quedarse en casa cómodamente, arropado y sin dolor, osea tratando los síntomas, y no salir a buscar el problema mientras persiste, sí pudiera ser pesimismo y pasividad. Además no pocas veces la patogenia o sintomatología son procesos adaptativos de la propia naturaleza que per-se pueden resultar terapéuticos, como podría ser el mecanismo de la fiebre.

  Siguiendo el ejemplo del propio profesor Balcells:
Es claro que debemos tratar los síntomas de la insuficiencia cardiaca de una estenosis mitral, pero parece evidente que lo más idóneo sería, hoy ya es posible, tratar la propia estenosis.
Tratar la fiebre de una infección respiratoria que la exploración nos sugiere neumonía, puede estar bien sobre todo cuando es elevada y puede generar complicaciones, pero lo es más tratar el posible origen de la misma, incluso sin saber si es por neumococo, streptococo, hemophilus, etc…, con antibioterapia. Aunque siempre será más eficaz si por cultivo, se sabe la etiología concreta.
Calmar un dolor con analgésicos y espasmolíticos es fácil, pero no pararnos aquí si la clínica nos sugiere una posible etiología tumoral, litiasis, infecciosa, etc. (“a pesar de que el paciente se encuentre mejor”).
Tratar los síntomas de una conjuntivitis o un cuerpo extraño en el ojo es fácil con un anestésico local, pero lo más adecuado sería eliminar el cuerpo extraño, o tratar la posible etiología, aun aproximativa, de la conjuntivitis.
En el caso del asma, todavía el tratamiento, hoy en día, ha de ser patogénico, pero esto no quiere decir que mañana no pueda ser etiológico, cuando ya está llamando a las puertas la terapia génica.

   Y es que la actitud de Marañón nacía no solo de su propia personalidad vitalista, la vitalidad de los nacidos en primavera, como diría de otro personaje; sino quizá también del profundo conocimiento de la naturaleza humana.
Sabía que la conducta humana se rige casi siempre por la ley del mínimo esfuerzo, que la pasividad es prima-hermana de la comodidad, y que el espíritu de lucha se deja fácilmente engañar con el alivio pasajero.
   Si este espíritu hubiera desistido en su búsqueda de la etiología, estaríamos hoy en día, tal vez tratando la tuberculosis solo con antitérmicos y en “retiros tísicos” y seguiriamos con los mismos índices de mortalidad de hace varios siglos.
 

Pero es que además no hay que olvidar que el tratamiento sintomático también genera patología o yatrogenia, a menudo desconocida, y eso es algo que hoy vemos a diario en la Medicina de "a pie".

Por ejemplo no es infrecuente, encontrar hasta en la última aldea de España pacientes, casi siempre “pensionistas”, tomando 14 medicamentos al día, en su mayoría sintomáticos.
A saber:
Se puede iniciar con la prescripción de un simple somnífero para dormir, que a su vez genera cefalea matutina y sequedad de boca, lo que hace que tome analgésicos… Como además tiene “artrosis”, osea lo que ha tenido el ser humano desde que lo es, a partir de cierta edad, ha probado ya todos los analgésicos: AINES, paracetamol (a dosis elefantiasicas), metamizol, buspironas, etc. los cuales a su vez generan efectos secundarios como somnolencia, gastritis…, por lo que debe tomar omeprazol y/o antiácidos, que a su vez producen estreñimiento y quién sabe si demencia (especialmente los que llevan derivados de aluminio), anemia, etc., lo que a su vez produce dolores cólicos intestinales y meteorismo, por lo que tomará un espasmolítico, que a su vez produce temblor y somnolencia, junto con la que producen los Aines, y la hipotensión del metamizol genera depresión, astenia extrema…, lo que hace que tenga que tomar antidepresivos que a su vez generan más efectos anticolinergicos como cefalea y sequedad de boca, lo que origina faringitis crónica, lo que hace que tome más antinflamatorios, lo cual origina ligera insuficiencia renal por n. tubulointersticial, que desequilibra la hipertensión, por lo que debe tomar un nuevo antihipertensivo que genera, junto con…, por lo que,..  debe tomar...

Esto solo es el principio pero“la historia puede no tener fin” y lo peor es que es una realidad.
Es indudable que los propios médicos tenemos una responsabilidad ante esta situación, no siempre facil de resolver por chocar a veces con la libertad del paciente que demanda soluciones inmediatas y no acepta tanto la autoridad del médico de cabecera que 
intenta retirar medicaciones prescritas por los sucesivos especialistas.

    Posiblemente el problema se hubiera resuelto de raíz, si el insomnio, que quizá era pasajero, inicialmente se hubiera tratado  desde el punto de vista etiológico y con medidas naturales como paseando un poco por las tardes, leyendo un libro minutos antes de acostarse, bebiendo un vaso de leche caliente antes de acostarse y lo más importante valorando e integrando más al anciano en su entorno familiar y social.

     Es decir, produciendo fatiga natural, disminuyendo el nivel de cortisol plasmático por la acción del alimento ligero, (y quién sabe si también por su temperatura) y “dando un sentido a la vida”.
Tal vez es esto lo más importante y lo que no está en manos del médico: su integración social y familiar.
    Y que el paciente se haga cargo de su condición de tal, asumiendo algo tan natural y humano como que hay “días en que se puede estar peor”, y que “en la vida… también hay dolor”. 
“Que la inseguridad vital no se cura con hechizos, ni con pócimas de curandero”, sino volviendo los ojos al Dueño de la vida,…a Dios.”

    Así pues, el tratar de buscar el origen o la causa de la enfermedad, como apuntaba Marañón,ir a la raíz y no quedarse en las ramas” sin dejar de tratarla, es luchar por curar y aliviar no solo el sufrimiento del enfermo concreto, sino prevenirlo y contribuir con ello al progreso de la Humanidad.


lunes, 8 de enero de 2024

La importancia del entusiasmo en el médico/a

 

Gregorio Marañón con dos compañeros

 La amistad, la vocación y la profesión, 
tres  hijas del amor,
han de verse a menudo   juntas.


Compañerismo es el fraternal sentimiento de amistad que
surge espontáneo hacia quien comparte el mismo camino y
 destino: 
la dignidad humana.
Y hacia quien sostiene el mismo peso: el de la responsabilidad". 

Alguien dijo que el entusiamo era la hormona del alma, 
pero en el médico tal vez sea algo mas: 
es la savia de la vocación y la raiz de la profesión.


Y estas palabras del maestro Don Gregorio, nos lo recuerdan:

“Si yo digo: “voy a sugestionar a este enfermo”,
probablemente representaré ante su dolor una comedia un tanto burda;
para mi temperamento, casi repugnante; 
y útil tan solo si el enfermo posee una categoría espiritual
 
muy poco diferente de la de los  salvajes.

Pero si yo tengo fe profunda en mis armas terapéuticas
y las aplico, lleno de entusiasmo, a mis pacientes,
esta fe y este entusiasmo multiplicarán hasta límites inverosímiles
la eficacia bruta de mi jarabe y de mi inyección.

... Y esta fuerza, que creo que debe llamarse extra-científica, 
depende, en último término, de una sola cosa: 
del entusiasmo del médico, de su deseo ferviente de aliviar a sus semejantes;
en suma, del rigor y de la emoción con que sienta su deber"
. 

 El médico escéptico, por lo tanto, está casi inerme en la lucha contra la enfermedad.” 

 ______________

“El médico escéptico sabrá curar la úlcera pura;
pero la esfera y la estratosfera de  motivos nerviosos que la envuelve
solo será vulnerable al médico entusiasta;
y muchas veces, sin esta previa disipación de su atmósfera imaginativa,
la úlcera no se curará jamás; ni siquiera si la extirpa el cirujano.

 He aquí por qué el entusiasmo influye tan poderosamente en el éxito profesional”.

Gregorio Marañón



lunes, 25 de diciembre de 2023

La Navidad desde una doble visión

  *Video artesanal.

El acontecimiento más importante de la historia  de la humanidad: Dios haciéndose hombre y asumiendo nuestra frágil condición humana, visto desde una "óptica binocular":
     -  A través de la sensibilidad y sencillez de un niño. *1
     -  Y a través de la genialidad y transparencia de un escritor *2


*2-  "Frágil Navidad"   JUAN M. DE PRADA

La fiesta de la Navidad ha cargado siempre su acento en los aspectos más tiernos de la escena ocurrida en Belén. 
Todo se enaltece de bondad y de gracia en estos días en que Dios se puso a la altura de los hombres (y aun de los hombres más desvalidos y humillados) y tomó su figura, para ir a nacer a una cueva, vecino nuestro, frágil como cada uno de nosotros, tan pequeñuelo y endeble como nosotros mismos fuimos, como lo fueron antes que nosotros nuestros antepasados y lo son o serán nuestros descendientes, fortísimamente anudado con todos los hombres en vínculo de extrema debilidad.

Los hombres necesitamos tener a Dios a la altura de nuestro corazón, porque la fe es también una cuestión cordial, como la caridad.
Por ello, en lugar de hacerse presente ante nuestros ojos al modo de un meteorito que cae del cielo o de un géiser que brota de súbito de la tierra, Dios se acercó a los hombres de la manera más entrañable, que es precisamente a través de las entrañas de una mujer; y, a través de aquella Mujer, de las entrañas de la Humanidad entera, pues algo se remueve en nuestras entrañas –al menos, mientras seguimos siendo humanos– cuando reparamos en la fragilidad de un niño recién nacido que gimotea entre las pajas, en el interior de una cueva donde debe de hacer mucho frío.

En el empeño por sustituir el belén por el árbol hay algo más que el decaimiento de la fe: hay también un decaimiento humano
Dios llega al hombre a través de la vía más elemental y comprensible para cualquier persona que no se haya deshumanizado, que es la vía de la ternura y el desamparo. Belén es un misterio radiantemente divino; pero también un misterio trágicamente humano, que es el misterio de la pobreza, de la soledad y el desvalimiento expuestos ante nuestros ojos y requiriendo nuestra asistencia.

Mirando a ese Niño vemos a todos los niños que gimen mientras la muerte desfila por la tierra. Mirando a ese Niño (aunque ni siquiera creamos en el misterio divino que encarna), algo se remueve en nuestras entrañas, algo las acaricia o retuerce, como si ese Niño fuese nuestro propio hijo, nuestro propio hermano, nuestro propio ser. Al menos, mientras seguimos siendo humanos.
Yo he visto a muchas personas que no eran creyentes emocionarse ante un belén; porque el belén les recuerda la fragilidad que fueron, la fragilidad que todavía son, la fragilidad que sin duda serán.
Y esa fragilidad, compartida con Dios y con todos los hombres (aquí no valen las distinciones de raza, religión o sexo), es lo más hermoso y divino que guardamos dentro.

 De algún modo, abrazando nuestra fragilidad, que es la de la Humanidad doliente, nos volvemos un poco como aquellos pastores que guardaban sus rebaños en torno a la gruta de Belén y acudieron para adorar al Niño y, de paso, hacerle unas carantoñas (o al revés). Aquellos pastores eran gentes humildes y limpias de corazón, gentes sin anteojeras ni sofisticaciones, gentes sin ideología ni cerrilismos, que aún guardaban en el pecho un corazón de palpitante carne.
Aquellos pastores comprendieron el misterio del Niño porque antes habían mirado con ternura su desamparo.
Y esa ternura se volvió compasión, que es la necesidad de llorar con quien está llorando, de padecer con quien está padeciendo, de sentir y respirar con él, tomando el mismo aire y sintiendo las mismas pulsaciones en la sangre. En este sentido, simbólicamente, en el empeño de nuestra época por sustituir el belén por el árbol hay algo más que el decaimiento de la fe religiosa; hay también un decaimiento humano, una abolición de la ternura, una negación de la compasión.
 Mirando al Niño, entendemos nuestra deuda con la fragilidad humana; mirando el árbol sólo vemos una belleza fría y nevada, decorada de regalos, que nada dice al corazón. La ternura que se derrama desde la gruta de Belén se pierde en el hieratismo del árbol, frío como un corazón de piedra que ni siquiera se inmuta mientras la nieve cae sobre sus ramas.

Esta sustitución progresiva del belén por el árbol explica simbólicamente muchas cosas. Explica por ejemplo que, aferrados a nuestras anteojeras y sofisticaciones, a nuestras ideologías y cerrilismos, ya no sintamos piedad por nada, ya no podamos compadecernos de la fragilidad sufriente; explica que ya no se nos remuevan las entrañas cuando miramos el sufrimiento de los niños.
Pienso, por ejemplo, en los niños que en estos últimos meses han sido despedazados por las bombas en Gaza, a veces incluso aplastados en la incubadora por los escombros o ametrallados en el vientre de sus madres; y en la indiferencia con que contemplamos su fragilidad del tamaño del universo.
Pienso que estamos dejando de ser humanos, que nuestras entrañas se han hecho un lío de cables y que nuestro corazón se ha vuelto de piedra.

Feliz y frágil Navidad a las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan.

 JUAN MANUEL DE PRADA 
XLSEMANAL

martes, 17 de octubre de 2023

Médicos estrella y médicos maestro




    “Yo respeto la Medicina, porque la amo, y es el amor la fuente suprema del culto, en lo humano como en lo divino. 
    Pero el amor es también, o debe ser también, crítica.
    Solo cuando desmenuzamos en el objeto amado cuanto tiene de deleznable, acertamos a encontrar, allá en el fondo, lo que tiene de imperecedero.”

                                         Gregorio Marañón

 

   Analizar de forma crítica, aspectos de la profesión que uno ama, siempre resulta doloroso pero también es un compromiso moral, y en este caso además: lo prometido es deuda.

   Y es que observamos en la actualidad, el encumbramiento social de un determinado tipo de médicos que denominamos "médicos estrella" y que consideramos, como las estrellas de cine, más personajes artificiosos que parecen buscar los focos para verse iluminados, pudiendo resultar vacuos.

    Ello en contraposición con el médico sabio de siempre, que huye de los focos si no es para dar luz, y su signo patognomónico es la autenticidad y por ende la humildad. Y que denominamos "médicos maestro".

    El médico maestro arrastra una trayectoria vital de verdad, trabajo, estudio y sacrificio, a menudo reflejado en obras forjadas con tesón, vocación y amor.  Pueden ser catedráticos “de los de Verdad” o heroicos galenos anónimos.

    El médico estrella por el contrario, arrastra una trayectoria profesional exteriorizada, jalonada de jefaturas y títulos otorgados por instituciones públicas o privadas, sobre todo del mundo anglosajón, y cuyo meritaje puede ser difuso y arbitrario.
   En el caso de instituciones públicas puede ser por criterios políticos; 
 Y en las privadas, por cualquier circunstancia que valore un consejo de administra-ción de empresa, como por ejemplo poseer apellido frances, catalan o sefardi, si es un centro sanitario gestionado por empresas con tal titularidad o influencia.

  El médico maestro tiene discípulos y crea escuela, aun sin saberlo / El médico estrella tiene colaboradores y crea agencias de colocación.
      - Unos, a la manipulación social lo llaman mentira o error, y la repudian / Y los otros: lo llaman "inteligencia social", y la asumen.
      - Unos son maestros con discípulos / y los otros son jefes con subordinados
     - Unos construyen obras, piedra sobre piedra, con visión de eternidad / Otros oportunistamente asumen trabajos de sus colaboradores.
    - Unos esparcen semillas que serán fruto, que a su vez volverán a ser simiente /  Y otros, como los fuegos artificiales, emiten luces y sonidos que iluminan fugazmente los cielos pero solo dejan estelas de humo y vacío.

    Es fácil ver a los "médicos estrella" brillar en los altares que les brindan los medios de comunicación y las grandes corporaciones financierascasi siempre pontificando sobre todo lo divino y humano, como: el secreto de la felicidad, la longevidad y hasta del sumsum-corda.
   Asímismo escriben -o les escriben- por encargo, best-seller de autoayuda sobre cualquier tema que sea editorialmente rentable.

  El médico maestro busca y se siente atraído por la luz de otros maestros / El médico estrella repele la luz de cualquiera que le haga sombra.

  Hemos de decir en su descargo, que el médico estrella a menudo no lo es por voluntad propia, al menos inicialmente, pues tal vez se ve arrastrado por la corriente de una sociedad vacua de valores y que necesita ídolos de barro.

Asimismo debemos reconocer a compañeros que con su trabajo social honesto de divulgación médico-sanitaria, hacen una labor ejemplar y es una prolongación de su vocación médica.
Al igual que quienes asumen hoy en día, casi heroicamente, puestos de responsabilidad institucional, ejerciéndolos con honor, compromiso y sentido de trascendencia, y  a menudo con no pocas renuncias personales.


sábado, 30 de septiembre de 2023

La Real Academia Nacional de Medicina. RANM: último baluarte del saber médico



“Nuestros académicos del siglo XVIII escribieron en la portada de sus memorias estas nobles palabras:

 “La Sociedad humana no es feliz porque haya uno u otro hombre grande, sino por la copia de los hombres grandes, de hombres instruidos, en las diferentes materias tenidas por necesarias para beneficio de la humanidad”.


“Delante de un niño ningún respeto es nunca suficiente; exige su presencia de la misma pureza, aun en las intenciones, que exige la presencia de Dios.
                                           Gregorio Marañón

    

       Podríamos decir que hay al menos cuatro situaciones donde sentimos recargar las baterías de energía vital y reforzar el sentido trascendente de
la vida y de la vocación,
 y están caracterizadas por ser portadoras de una verdad
inequívoca: 

        1- Rezando ante el altar.  2- Contemplando la belleza.  3- Sintiendo la bondad.  4- Estando en presencia de un niño.

Y añadiríamos una más:
     5- Escuchando a los viejos maestros, especialmente en el templo médico del saber de la RANM

     Escuchar allí a los viejos maestros médicos, es sentir el privilegio de recibir la transmisión de la Verdad de verdad, esto es la que es imperecedera al tiempo y al espacio. Y ello a través del hilo conductor de la historia de la Medicina.
      Y al mismo tiempo poder comprobar como la vejez cultivada puede resultar tan fecunda o incluso más, que la madurez.
Podríamos definirla como una "
madurez refinada" que se ha desprendido de lo superfluo del presente.

   No en vano en todas las civilizaciones y a lo largo de la historia de la humanidad, los viejos maestros fueron siempre guías y templos de sabiduría, así como objeto del máximo respeto.
    A excepción del "último cuarto de hora", históricamente hablando, donde la juventud y la inmadurez son los que guían los destinos de muchos pueblos, y así nos va.


domingo, 17 de septiembre de 2023

¿Sirve para algo la Bioética?


Gregorio Marañón junto al busto de Ramon y Cajal

       La mayoría de los problemas de la llamada bioética profesional que con frecuencia se plantean, casi todos los que promueven tanta bulla en los Colegios de Médicos, deben resolverse con arreglo a la ley común o a las fórmulas, no escritas, de corrección social, a las que todos nos atenemos.
Para los demás, para los verdaderos casos de conciencia profesional, no hay, repitámoslo, ley que valga ni otro juez que la propia conciencia”.

     “... Pero si tiramos por la borda, como una antigualla más, el concepto sacerdotal del médico, la supremacía de la vocación para ejercer nuestro arte, entonces no tenemos derecho a quejarnos de que se nos exijan responsabilidades por defectos en el ejercicio profesional, que, en realidad, solo pueden resolverse en el ambiente de mutuo amor en que se desenvolvía la Medicina de antaño"

  

 Yo no niego la eficacia que puedan tener para algunos los manuales deontológicos.
 Pero me hacen el efecto de aquellos otros manuales que enseñan cómo se debe  conducir en la mesa, en visita o en el trato con las damas, y cómo deben practicarse las reglas elementales de la higiene y de la limpieza.

  Recuerdan otras veces a los artículos inocentes con que comienzan algunas constituciones, ordenando que los ciudadanos sean buenos y felices, o demócratas   y trabajadores.”

 Gregorio Marañón. De su libro Vocación y ética.

       
      Coincidimos con el maestro en que el ejercicio médico como cualquier otro: el periodístico, policial, eclesiástico, etc.,  debería estar sometido básicamente solo a las leyes civiles, aunque en el caso de la Medicina hay que contar con la singularidad que nunca es ni será, una ciencia exacta.
Por eso nos decía también:
    "Pedir cuentas al médico de su fracaso con un criterio científico, como se le pide a un ingeniero que ha calculado mal la resistencia de un puente, es disparate fundamental y es principio totalmente inaceptable”. *GM.

  Dicho esto, tratar de enseñar como asignatura, bioética a un médico, se nos antoja tan chocante como enseñar cursos de moral a los padres para indicarles cómo tienen que tratar a sus hijos o viceversa.

Y es que cuando hablamos de Responsabilidad con mayúscula, no nos referimos a la externa, llamada intelectualmente “Bioética” que se aprende con normas nacidas del derecho legal o el consenso; Sino a la interna, llamada “moral o conciencia” que nace espontáneamente del derecho natural y se presupone en el médico, al igual que el motor en el coche, y el corazón en el cuerpo.

- La moral o conciencia, como la Verdad, es eterna y universal. La bioética como los protocolos, puede ser circunstancial y moldeable, y por ello vulnerable al poder político y social 
- La bioética, término artificioso, estaría hecha a imitación de la justicia, para controlar desde dentro a quienes actúan obnubilados fuera de su conciencia, o que simplemente carecen de ella.

Pero si consideramos la  Bioética como garante y depositaria del eterno y universal código deontológico hipocrático, cobraría todo su valor y significado, pues serviría como el último refugio del médico frente a la manipulación del poder político con sus veleidades en las leyes civiles.

Por lo demás parece evidente, que cualquier desviación en el ejercicio médico: como los derivados de conflictos de intereses, no se debería diferenciar de otras desviaciones como la prevaricación en los jueces, sobornos a periodistas, policías, etc.

Y es que debemos admitir que malos tiempos corren si la justicia tuviera por fin primordial controlar a los jueces; la fuerza pública a los policías, y la bioética a los médicos.

miércoles, 9 de agosto de 2023

Primera lección de Medicina

 

El Dr. Gregorio Marañón pasando visita en el hospital, en presencia de otros médicos y  residentes.

El saber, “el creer”, el sentir y el amar
también se transmiten por mimetismo.
Este es el gran milagro de la Divinidad,
y el gran deber de la humanidad.  *JFJB.

   Tal vez nunca haya sido tan necesario volver a beber de los manantiales donde nace el rio de nuestra vocación.
Ni volver a apoyarse en las columnas que sustentan el edificio de nuestra profesión.
Y es que la Medicina es presente y futuro. 
Pero también pasado: para crecer, "reconducir",... para avanzar.

Por ello resulta siempre actual  -por ser eterna y universal-  recordar la primera lección de Medicina que nos dejó uno de los grandes maestros, Gregorio Marañón:

¿Qué es la clínica?

El juicio clínico se compone de tres factores: intuición, empleo de los métodos científicos auxiliares y rigurosa moralidad.
Si me preguntaran la categoría de estos tres factores, diría que el principal es el tercero, y el último el segundo.
 

¿Qué métodos exploratorios debe manejar personalmente el clínico?

Exclusivamente los referentes a la exploración clásica. Esto en cuanto a los médicos generales. 
Porque los especialistas se fundan precisamente en la ejecución de los métodos exploratorios auxiliares.

 ¿Cuáles son las condiciones o aptitudes que debe poseer y cultivar el clínico?

La vocación y el estudio, como cualidades positivas; la modestia, la ausencia de pedantería, como cualidades negativas.

Gregorio Marañón
Revista: La ciencia y el arte de la Medicina. Madrid. 1959


jueves, 3 de agosto de 2023

La fiabilidad de los estudios "científicos"

 

 

       “Todas las lacras de nuestra Medicina pueden reunirse en las dos grandes manifestaciones del dogmatismo: una, práctica, el profesionalismo, y otra, teórica, el cienticifismo..
     
       Por cientificismo se entiende, en el caso mejor, la fe excesiva en todo lo que viene de la ciencia; y, en el caso peor, se llama así al manejo intencionado de todo lo que no lo es, para pasar por hombre de ciencia y aprovechar indebidamente la prerrogativa que este título supone ante la gente vulgar”
                                                                    Gregorio Marañón


Pero la Medicina seguirá siendo, en su origen y en su esencia, un arte humilde, de observación directa de la Naturaleza, cuyo contacto no puede perderse, pase lo que pase, sin peligro gravísimo de errar. Y ahora bordeamos ese peligro:

He aquí porque en estos últimos años me esfuerzo en destacar el valor de la observación clínica directa frente a la excesiva afición investigadora de los jóvenes, que estimo legítima, que yo mismo he procurado encender, pero que necesita freno.
El freno es el enfermo mismo.


Nada debe plantearse experimentalmente en Medicina que no sea una prolongación del experimento que ya nos planteó la Naturaleza en cada enfermedad.” 

                                      Gregorio Marañón Del libro Vocación y ética


Exponemos aquí un artículo luminoso de Juan Manuel de Prada que refleja una realidad social, ya difundida desde los medios de comunicación general.
 Se trata del submundo de los “estudios científicos” que demuestran lo que haya que demostrar: desde que el agua es de color amarillo o que los elefantes vuelan "a veces"; 
E incluso pueden ser "proféticos" permitiendo adivinar las enfermedades concretas que padecerá el paciente en los próximos años.
Todo ello merced a nuevos estudios o nuevos métodos de investigación mágicos, con "algoritmos" y una "inteligencia suprahumana" cuasi divina, eufemísticamente denominada "artificial".

Y resulta importante incidir en ello, porque estos llamados estudios recientes” publicados en revistas “científicas” -siempre en inglés-, suelen ser recibidos con fe ciega y cierta candidez, especialmente por médicos en formación, pero también a menudo son acogidos de forma acrítica por quienes se sienten más experimentados.

Todo ello dentro de un submundo donde es difícil dilucidar hasta donde llegan los conflictos de intereses.


Timoteca cientifista

JUAN MANUEL DE PRADA

Me pareció muy luminoso un reportaje de Manuel Ansede, publicado hace algunas semanas en el diario El País, donde se denunciaba el «lado más oscuro de la ciencia» y se desnudaba la lóbrega realidad de la ‘producción’ académica. Ansede llegaba a identificar a un profesor español que había publicadodurante el pasado año la friolera de 176 estudios científicos (los celebérrimos papers); es decir, un estudio cada dos días (con domingos incluidos, pues estos caraduras, más laboriosos que el mismísimo Dios, no descansan al séptimo día). Y, a su zaga, había varios estajanovistas del timo que evacuaban más de un centenar de estudios anuales.

Así, engordando currículos académicos con bazofias, se reparten hoy cátedras en España

Ansede afirmaba en su reportaje que un investigador concienzudo publica «una decena de artículos al año como mucho». Diez se nos antoja una cifra desorbitada, pues una investigación concienzuda exige mucho tiempo; pero el mefítico sistema de promoción universitaria se ha hecho depender insensatamente del número de publicaciones, azuzando el refrito, la proliferación de banalidades charlatanescas, el batiburrillo fragmentario, la exposición por entregas de una misma investigación estirada como el chicle, etcétera. Un investigador que desea hacer carrera académica es obligado a publicar en las ‘revistas científicas’ del ramo un fárrago abrumador de trabajos casi siempre prescindibles, casi siempre inanes, casi siempre de recuelo. Esta evaluación ‘al peso’ del trabajo científico acaba, inevitablemente, incubando timos tan variopintos y pasmosos como los de esos profesoruchos que completan un paper cada dos días. Pero, sobre todo, nos depara un paisaje desolador: la universidad concebida como timoteca a granel o –como la describe uno de los profesores denunciantes entrevistados en el reportaje–«macrogranja de gallinas ponedoras de estudios». Falsos estudios, convendría precisar; pues nadie puede completar un estudio sustancioso y dilucidador en dos días, ni tampoco en quince, ni siquiera en cien. Aquella pesadillesca Biblioteca de Babel concebida por Borges, al lado de este ingente fárrago fraudulento, se nos antoja una sucursal del Paraíso.

Una timoteca de tan vastas proporciones, para mantener su ritmo de producción, necesita recurrir a las triquiñuelas más abracadabrantes. El reportaje citado nos revela que muchos de estos investigadores grafómanos firman –a cambio de apoquinar cantidades nada exiguas– trabajos rocambolescos en los que ni siquiera han participado, con ‘coautores’ a los que ni siquiera conocen, oriundos de India o Arabia Saudita (donde, al parecer, se halla el principal centro productor de la ‘macrogranja’). También se nos revela la existencia de mafias de citas, redes internacionales de investigadores de pacotilla que se citan entre sí, para que sus grimosos estudios asciendan artificialmente en los rankings. Y se nos revela, en fin, que existen conglomerados editoriales que agrupan cientos de ‘revistas científicas’, donde cada año se publican miles de bodrios aliñados que sirven a los profesoruchos inescrupulosos para ascender en el escalafón académico. Todo ello sucede en España con el beneplácito de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), organismo supuestamente encargado de velar por la salud de la universidad española que ha permitido su conversión en un hediondo establo de Augías. Así, engordando currículos académicos con bazofias de este jaez, se están repartiendo cátedras en España; y, como en España, en los países de ‘nuestro entorno’, todos ellos bajo el yugo del infausto Plan de Bolonia. Y son estas bazofias las que están recibiendo fastuosas subvenciones (también públicas) con tal de que aborden los paradigmas que interesan al reinado plutocrático mundial. ¿Nadie se ha parado a pensar por qué los ‘científicos’ se han convertido en una casta de jenízaros dedicados a repetir como papagayos todos los paradigmas –desde el ‘cambio climático’ hasta las ‘teorías de género’, pasando por la ‘vacunolatría’ furibunda– que interesan a la agenda plutocrática?

Por supuesto, el ascenso de los timadores se logra a costa de relegar a los escasos científicos que no se avienen al fraude. Pero esta inmensa y vertiginosa timoteca no sería ni siquiera concebible si antes no se hubiese extendido entre las masas cretinizadas la idolatría cientifista, una nueva forma de superstición que se arrodilla, fervorosa y trémula, ante cualquier mamarrachada proferida por estos farsantes, que la propaganda sistémica presenta como ‘expertos’.
Bastará que esa idolatría o superstición borreguil decayese para que toda esta timoteca se derrumbara estrepitosamente.

XLSEMANAL