martes, 17 de febrero de 2015

Hombres nuevos: todos "semos" iguales

Incluimos aquí, una vez mas, el articulo de uno de nuestros mas admirados maestros contemporáneos, del que valoramos la claridad, profundidad y luminosidad de su pensamiento.
 Y es que, cuando vemos diseccionada con tanta precisión, la realidad social y vital del ser humano experimentamos una grata sensación de armonía y paz.
Resultan un estimulo vital, algo así como vitaminas del alma, para seguir el camino  marcado a todos los hombres y mujeres: la continua busqueda de la Verdad.

Se trata de Juan Manuel de Prada y este es su luminoso articulo, publicado en XL-Semanal :

Hombres nuevos:

La democracia plantea un problema acaso irresoluble, que es el de la representación política. A la gente se le dice que, a través del voto, elige a sus gobernantes, que estarán obligados por un mandato representativo a atender las peticiones de sus votantes.
Pero lo cierto es que tal representación política nunca ha sido plena; y, en las democracias de nuestra época, puede decirse sin temor a la hipérbole que tal representación es casi nula, pues los gobernantes están al servicio del Dinero, que es el que les da las órdenes. Si la gente cayese en la cuenta de que no existe representación política, se podría desencadenar una revolución que aniquilase este contubernio del poder político y el Dinero; y para que esto no ocurra, se arbitra entonces una emplearemos la misma expresión que Platón utiliza en su República «sublime mentira» que haga creer a la gente que su voluntad es soberana y los gobernantes de desviven por atenderla.  
Así se crea el mito del hombre nuevo democrático, que, a diferencia del hombre nuevo de los totalitarismos, no surge tras un periodo de violencia revolucionaria, sino de manera pacífica, hasta alcanzar lo que Augusto Comte llamaba el «estado positivo de la Humanidad», que a su juicio (¡y tenía razón, el muy bellaco!) se lograría a través de la propaganda y la educación. En esta misma idea abunda Marcuse, quien señala que «la democracia consolida la dominación de manera más eficiente que el absolutismo», sin necesidad de recurrir al «terror explícito».
En un artículo anterior señalábamos que el hombre nuevo democrático era una mezcla del hombre-masa de Ortega, el hombre unidimensional del mencionado Marcuse y el hombre programado de Skinner.
Detallaremos ahora un poco más el proceso que se sigue para lograr esta metamorfosis, cuyo fin último no es otro sino crear por sugestión el espejismo de que somos titulares del poder político, cuando en realidad solo somos sus felpudos. Para que tamaña sugestión cale en la llamada 'conciencia colectiva', es preciso actuar primeramente sobre las mentes humanas, logrando la desconexión plena entre sus estructuras intelectivas superiores (allí donde residen las funciones específicas del pensamiento, la capacidad de juicio y la responsabilidad) y los impulsos vitales, de tal manera que estos dejen de estar controlados por la inteligencia y se conviertan en meras expresiones de la voluntad.
De este modo, mediante la desconexión de inteligencia y voluntad, se logra salvar el reparo fundamental que los partidarios de la aristocracia han hecho a la democracia, pues como atinadamente observaba Donoso Cortés, «si las inteligencias no son iguales todas, todas las voluntades lo son. Solo así es posible la democracia».
Una vez lograda esta desconexión, al hombre nuevo democrático se le infunde la ilusión de que sus deseos e impulsos vitales, puesto que son la expresión más 'auténtica' de su voluntad, deben ser atendidos por el Estado. Pero no hay organización política que pueda atender simultáneamente millones de deseos salidos de millones de voluntades: por eso el gobernante recto no atiende deseos personales, sino que procura atender el bien común; y por eso el gobernante degenerado, para infundir la ilusión de que atiende deseos personales, necesita que todas las personas deseen lo mismo, para lo que es preciso convertirlas en masa gregaria.
Este proceso de masificación social, tan crudamente animalesco, era realizado en los regímenes totalitarios con métodos expeditivos y carentes de delicadeza, pero en las democracias se realiza con métodos mucho más finolis y recatados, mediante la exaltación de la igualdad, una golosina que a todos gusta, pues es el homenaje que la democracia rinde a la envidia. 
Esta utilización espuria de la igualdad como «camino hacia la esclavitud» o coartada para la masificación y uniformización de los pueblos ya fue vislumbrada por Tocqueville en La democracia en América: «Todo poder central que sigue sus instintos naturales ama la igualdad y la favorece; pues la igualdad facilita singularmente la acción de semejante poder, lo extiende y lo asegura (...) Se puede decir, igualmente, que todo poder central adora la uniformidad, pues la uniformidad le ahorra el examen de una infinidad de detalles de los que debería ocuparse si hiciera las reglas para los hombres, en lugar de hacer pasar indistintamente a todos los hombres bajo la misma regla». 
Pero ¿cómo se consigue «hacer pasar indistintamente a todos los hombres bajo una misma regla»? ¿Cómo se alcanza la masificación social, requisito previo para crear el hombre nuevo democrático? Trataremos de explicarlo en un artículo próximo

domingo, 8 de febrero de 2015

El escándalo del concurso de traslados de médicos de familia en Madrid.


Cuando todavía colea el escándalo por las preguntas realizadas en el examen de OPE para selección de médicos de familia en la Comunidad de Madrid, preguntas aberrantes y de temas ajenos a la Medicina: como sobre programas informáticos, etc.
El nuevo concurso de traslados de médicos de familia no podía ser de otra manera, en el actual contexto de desprotección laboral, prosigue la dinámica del maltrato y discriminación respecto a otros colectivos sanitarios y no sanitarios, y el signo patognomonico de actuación: la ausencia total de responsabilidad por parte de la administración.


Resulta que la documentación certificada de los servicios prestados  -solicitada con un mes de antelación- e imprescindible para concursar, se entrega a los médicos, cuando faltan apenas unas horas para la finalización del plazo, en viernes por la tarde, (los registros de la Consejeria de sanidad cierran los sabados) y por unos cauces, sino ilegales si al menos alégales:
La mayoría lo recibe por correo corporativo en la tarde del viernes, por lo que quienes tuvieran jornada de mañana debieron desplazarse a su centro fuera de su horario laboral, a veces ya cerrado, para recabar tal documentación oficial imprescindible.

Ni que decir, que aquellos compañeros que singularmente se encontraran de baja o cualquier otra circunstancia, o que no se enteraran, se quedaban sin posibilidad de ejercer ese derecho de concursar..
Contrasta todo ello, con la diligencia en entregar tal documentación a otros colectivos como enfermería, auxiliares, etc...  que los tenían más de 10 días antes.

Hechos como estos serian denunciables jurídicamente por vulnerar los derechos de los médicos como trabajadores, pero un signo mas del desprecio, maltrato y discriminación laboral que padece el medico de familia en España, y un retrato hiperrealista del tinglao  parasitario e inoperante, montado en base a la explotación de los médicos de cabecera, en nuestro país.

sábado, 7 de febrero de 2015

La necesidad de creer

Gregorio Marañón dando una conferencia














Precioso simbolismo: de arriba abajo:
Manantial, fuente y cántaro.
El maestro, siendo cauce.., siendo

agua.









Todos necesitamos creer: creer en algo, ya sea mas o menos trascendente.. o de modo mas o menos reconocido. Se trata tal vez, de las mas nitida frontera que separa a los seres humanos de los animales.
La Fe, es sin duda un preciado don, y como tal, conlleva un compromiso personal y social para hacer mundo mas justo y humano, atreviendose para ello a ir contracorriente. 
Quienes la hemos recibido o reforzado a través de nuestros maestros, nos sentimos moralmente obligados a proclamarlo, y para ello nada mejor que con sus propias y luminosas palabras:

El animal solo aspira, desde la oscuridad de su conciencia instintiva, a vivir a reproducirse; en todo caso, de una manera óptima. 
Pero el hombre aspira, además, a la superación de estos fines instintivos; aspira a la posesión de goces que ya no le sirven para vivir ni para reproducirse mejor, sino simplemente para gozar; aspira al dominio de la tierra y de sus habitantes, incluso de los otros hombres; a saber y a crear cosas nuevas, a inventar; y, finalmente, a perfeccionar la condición de los hombres, y en último término, a acercar el alma humana a Dios”.

"Creer es sentir dentro de uno la luz de una verdad indemostrable, ajena a la razón opuesta a ella, quizá, una luz que no ha brotado de nuestra meditación áspera y trabajosa.
Como la chispa que el hombre primitivo hacía saltar del choque rudo de las piedras, sino que vino, como la claridad de los espacios, sin que la esperásemos, ni la llamásemos, desde el manatial remoto de lo sobrehumano, en el que unos descubren y otros presienten la huella de Dios.”
“Cuando el hombre dice “creo”, sabiendo lo que dice, es, en verdad, el rey de todo lo creado. Creer en lo que sea, porque el sentido divino de la fe no está en su objeto, sino
en el hecho de que la fe exista.”
 “El alma del español está impregnada de una religiosidad histórica que aun en aquellos hombres de espíritu más liberado, en apariencia, de la preocupación de la divinidad, no llega a desaparecer, sino que queda reprimida en su subconsciente, corriendo, a veces, por cauces extraños que lo represan y canalizan”.

 La inteligencia y la dignidad de la jerarquía humana exigen, en suma, confiar en Dios, pero no trasladar a Él la responsabilidad de nuestra obra.
Dice el refrán que “A Dios rogando y con el mazo dando”; pero lo cierto es que basta dar con el mazo; porque cuando se hace con gana y se sacan chispas y estruendo sobre el yunque del deber, la oración puede ahorrarse; porque no hay ninguna oración más grata que el trabajo a la Divinidad.


                                                               Gregorio Marañón