lunes, 8 de enero de 2024

La importancia del entusiasmo en el médico/a

 

Gregorio Marañón con dos compañeros

 La amistad, la vocación y la profesión, 
tres  hijas del amor,
han de verse a menudo   juntas.


Compañerismo es el fraternal sentimiento de amistad que
surge espontáneo hacia quien comparte el mismo camino y
 destino: 
la dignidad humana.
Y hacia quien sostiene el mismo peso: el de la responsabilidad". 

Alguien dijo que el entusiamo era la hormona del alma, 
pero en el médico tal vez sea algo mas: 
es la savia de la vocación y la raiz de la profesión.


Y estas palabras del maestro Don Gregorio, nos lo recuerdan:

“Si yo digo: “voy a sugestionar a este enfermo”,
probablemente representaré ante su dolor una comedia un tanto burda;
para mi temperamento, casi repugnante; 
y útil tan solo si el enfermo posee una categoría espiritual
 
muy poco diferente de la de los  salvajes.

Pero si yo tengo fe profunda en mis armas terapéuticas
y las aplico, lleno de entusiasmo, a mis pacientes,
esta fe y este entusiasmo multiplicarán hasta límites inverosímiles
la eficacia bruta de mi jarabe y de mi inyección.

... Y esta fuerza, que creo que debe llamarse extra-científica, 
depende, en último término, de una sola cosa: 
del entusiasmo del médico, de su deseo ferviente de aliviar a sus semejantes;
en suma, del rigor y de la emoción con que sienta su deber"
. 

 El médico escéptico, por lo tanto, está casi inerme en la lucha contra la enfermedad.” 

 ______________

“El médico escéptico sabrá curar la úlcera pura;
pero la esfera y la estratosfera de  motivos nerviosos que la envuelve
solo será vulnerable al médico entusiasta;
y muchas veces, sin esta previa disipación de su atmósfera imaginativa,
la úlcera no se curará jamás; ni siquiera si la extirpa el cirujano.

 He aquí por qué el entusiasmo influye tan poderosamente en el éxito profesional”.

Gregorio Marañón



lunes, 25 de diciembre de 2023

La Navidad desde una doble visión

  *Video artesanal.

El acontecimiento más importante de la historia  de la humanidad: Dios haciéndose hombre y asumiendo nuestra frágil condición humana, visto desde una "óptica binocular":
     -  A través de la sensibilidad y sencillez de un niño. *1
     -  Y a través de la genialidad y transparencia de un escritor *2


*2-  "Frágil Navidad"   JUAN M. DE PRADA

La fiesta de la Navidad ha cargado siempre su acento en los aspectos más tiernos de la escena ocurrida en Belén. 
Todo se enaltece de bondad y de gracia en estos días en que Dios se puso a la altura de los hombres (y aun de los hombres más desvalidos y humillados) y tomó su figura, para ir a nacer a una cueva, vecino nuestro, frágil como cada uno de nosotros, tan pequeñuelo y endeble como nosotros mismos fuimos, como lo fueron antes que nosotros nuestros antepasados y lo son o serán nuestros descendientes, fortísimamente anudado con todos los hombres en vínculo de extrema debilidad.

Los hombres necesitamos tener a Dios a la altura de nuestro corazón, porque la fe es también una cuestión cordial, como la caridad.
Por ello, en lugar de hacerse presente ante nuestros ojos al modo de un meteorito que cae del cielo o de un géiser que brota de súbito de la tierra, Dios se acercó a los hombres de la manera más entrañable, que es precisamente a través de las entrañas de una mujer; y, a través de aquella Mujer, de las entrañas de la Humanidad entera, pues algo se remueve en nuestras entrañas –al menos, mientras seguimos siendo humanos– cuando reparamos en la fragilidad de un niño recién nacido que gimotea entre las pajas, en el interior de una cueva donde debe de hacer mucho frío.

En el empeño por sustituir el belén por el árbol hay algo más que el decaimiento de la fe: hay también un decaimiento humano
Dios llega al hombre a través de la vía más elemental y comprensible para cualquier persona que no se haya deshumanizado, que es la vía de la ternura y el desamparo. Belén es un misterio radiantemente divino; pero también un misterio trágicamente humano, que es el misterio de la pobreza, de la soledad y el desvalimiento expuestos ante nuestros ojos y requiriendo nuestra asistencia.

Mirando a ese Niño vemos a todos los niños que gimen mientras la muerte desfila por la tierra. Mirando a ese Niño (aunque ni siquiera creamos en el misterio divino que encarna), algo se remueve en nuestras entrañas, algo las acaricia o retuerce, como si ese Niño fuese nuestro propio hijo, nuestro propio hermano, nuestro propio ser. Al menos, mientras seguimos siendo humanos.
Yo he visto a muchas personas que no eran creyentes emocionarse ante un belén; porque el belén les recuerda la fragilidad que fueron, la fragilidad que todavía son, la fragilidad que sin duda serán.
Y esa fragilidad, compartida con Dios y con todos los hombres (aquí no valen las distinciones de raza, religión o sexo), es lo más hermoso y divino que guardamos dentro.

 De algún modo, abrazando nuestra fragilidad, que es la de la Humanidad doliente, nos volvemos un poco como aquellos pastores que guardaban sus rebaños en torno a la gruta de Belén y acudieron para adorar al Niño y, de paso, hacerle unas carantoñas (o al revés). Aquellos pastores eran gentes humildes y limpias de corazón, gentes sin anteojeras ni sofisticaciones, gentes sin ideología ni cerrilismos, que aún guardaban en el pecho un corazón de palpitante carne.
Aquellos pastores comprendieron el misterio del Niño porque antes habían mirado con ternura su desamparo.
Y esa ternura se volvió compasión, que es la necesidad de llorar con quien está llorando, de padecer con quien está padeciendo, de sentir y respirar con él, tomando el mismo aire y sintiendo las mismas pulsaciones en la sangre. En este sentido, simbólicamente, en el empeño de nuestra época por sustituir el belén por el árbol hay algo más que el decaimiento de la fe religiosa; hay también un decaimiento humano, una abolición de la ternura, una negación de la compasión.
 Mirando al Niño, entendemos nuestra deuda con la fragilidad humana; mirando el árbol sólo vemos una belleza fría y nevada, decorada de regalos, que nada dice al corazón. La ternura que se derrama desde la gruta de Belén se pierde en el hieratismo del árbol, frío como un corazón de piedra que ni siquiera se inmuta mientras la nieve cae sobre sus ramas.

Esta sustitución progresiva del belén por el árbol explica simbólicamente muchas cosas. Explica por ejemplo que, aferrados a nuestras anteojeras y sofisticaciones, a nuestras ideologías y cerrilismos, ya no sintamos piedad por nada, ya no podamos compadecernos de la fragilidad sufriente; explica que ya no se nos remuevan las entrañas cuando miramos el sufrimiento de los niños.
Pienso, por ejemplo, en los niños que en estos últimos meses han sido despedazados por las bombas en Gaza, a veces incluso aplastados en la incubadora por los escombros o ametrallados en el vientre de sus madres; y en la indiferencia con que contemplamos su fragilidad del tamaño del universo.
Pienso que estamos dejando de ser humanos, que nuestras entrañas se han hecho un lío de cables y que nuestro corazón se ha vuelto de piedra.

Feliz y frágil Navidad a las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan.

 JUAN MANUEL DE PRADA 
XLSEMANAL

martes, 17 de octubre de 2023

Médicos estrella y médicos maestro




    “Yo respeto la Medicina, porque la amo, y es el amor la fuente suprema del culto, en lo humano como en lo divino. 
    Pero el amor es también, o debe ser también, crítica.
    Solo cuando desmenuzamos en el objeto amado cuanto tiene de deleznable, acertamos a encontrar, allá en el fondo, lo que tiene de imperecedero.”

                                         Gregorio Marañón

 

   Analizar de forma crítica, aspectos de la profesión que uno ama, siempre resulta doloroso pero también es un compromiso moral, y en este caso además: lo prometido es deuda.

   Y es que observamos en la actualidad, el encumbramiento social de un determinado tipo de médicos que denominamos "médicos estrella" y que consideramos, como las estrellas de cine, más personajes artificiosos que parecen buscar los focos para verse iluminados, pudiendo resultar vacuos.

    Ello en contraposición con el médico sabio de siempre, que huye de los focos si no es para dar luz, y su signo patognomónico es la autenticidad y por ende la humildad. Y que denominamos "médicos maestro".

    El médico maestro arrastra una trayectoria vital de verdad, trabajo, estudio y sacrificio, a menudo reflejado en obras forjadas con tesón, vocación y amor.  Pueden ser catedráticos “de los de Verdad” o heroicos galenos anónimos.

    El médico estrella por el contrario, arrastra una trayectoria profesional exteriorizada, jalonada de jefaturas y títulos otorgados por instituciones públicas o privadas, sobre todo del mundo anglosajón, y cuyo meritaje puede ser difuso y arbitrario.
   En el caso de instituciones públicas puede ser por criterios políticos; 
 Y en las privadas, por cualquier circunstancia que valore un consejo de administra-ción de empresa, como por ejemplo poseer apellido frances, catalan o sefardi, si es un centro sanitario gestionado por empresas con tal titularidad o influencia.

  El médico maestro tiene discípulos y crea escuela, aun sin saberlo / El médico estrella tiene colaboradores y crea agencias de colocación.
      - Unos, a la manipulación social lo llaman mentira o error, y la repudian / Y los otros: lo llaman "inteligencia social", y la asumen.
      - Unos son maestros con discípulos / y los otros son jefes con subordinados
     - Unos construyen obras, piedra sobre piedra, con visión de eternidad / Otros oportunistamente asumen trabajos de sus colaboradores.
    - Unos esparcen semillas que serán fruto, que a su vez volverán a ser simiente /  Y otros, como los fuegos artificiales, emiten luces y sonidos que iluminan fugazmente los cielos pero solo dejan estelas de humo y vacío.

    Es fácil ver a los "médicos estrella" brillar en los altares que les brindan los medios de comunicación y las grandes corporaciones financierascasi siempre pontificando sobre todo lo divino y humano, como: el secreto de la felicidad, la longevidad y hasta del sumsum-corda.
   Asímismo escriben -o les escriben- por encargo, best-seller de autoayuda sobre cualquier tema que sea editorialmente rentable.

  El médico maestro busca y se siente atraído por la luz de otros maestros / El médico estrella repele la luz de cualquiera que le haga sombra.

  Hemos de decir en su descargo, que el médico estrella a menudo no lo es por voluntad propia, al menos inicialmente, pues tal vez se ve arrastrado por la corriente de una sociedad vacua de valores y que necesita ídolos de barro.

Asimismo debemos reconocer a compañeros que con su trabajo social honesto de divulgación médico-sanitaria, hacen una labor ejemplar y es una prolongación de su vocación médica.
Al igual que quienes asumen hoy en día, casi heroicamente, puestos de responsabilidad institucional, ejerciéndolos con honor, compromiso y sentido de trascendencia, y  a menudo con no pocas renuncias personales.