jueves, 9 de mayo de 2024

La "Medicina heroica" del médico rural


Estatua de homenaje al médico rural en Potes. Cantabria
    "El médico actual no puede compararse en cuanto a eficacia profunda con
  el viejo médico de familia, que hacía también lo que podía para aliviar el dolor
  de sus enfermos, pero que, además, era el consejero, el confidente y el
  paño de lágrimas en los hogares a los que era llamado”.

   “No hay un solo problema en la Medicina en el que, después de haber agotado
  su estudio los especialistas, no tenga algo que añadir el médico general”

Gregorio Marañón, de su libro Vocación y ética.

   
   

  Se lo oía decir a veces a mi padre -médico rural-, refiriéndose a la generación anterior a la suya, y que él denominaba “Medicina heroica”.

   Era aquella en la que el médico acudía a visitar a los enfermos a sus casas, ya sea a pie o a caballo, de día o de noche y a veces en condiciones extremas.

   Igualmente me contaba, como su abuelo -también médico rural- murió en una de las epidemias que diezmó la humanidad, y dejó escrita una carta póstuma, a sabiendas de que podía morir atendiendo a los enfermos, en un ejercicio heroico de generosidad, sentido del deber y fe en Dios.

    Esa es sin duda la gran herencia oculta que recibimos todos los médicos, y posiblemente el origen último del prestigio de nuestra profesión.
  Y por ello también podrá serlo de su "recuperación", esto es:  a través de la generosidad y el sentido de trascendencia  (puesto que si nos convertimos en simples asalariados o esclavos del prestigio, nunca se nos perdonaran los errores de una ciencia que siempre será inexacta).

    Pero cuando mi padre me contaba aquello, ignoraba que él mismo, también estaba de servicio las 24 horas del día y básicamente solo se diferenciaba de su abuelo en que podía disponer ocasionalmente de algún vehículo, y que existían nuevos fármacos más resolutivos como los antibióticos.

    Hoy, visto desde la perspectiva del tiempo, parece evidente que la suya, resultaba también una “Medicina heroica”.

     Por ejemplo recuerdo de niño como algo natural oír llamar a la puerta de casa -la casa del médico-, a cualquier hora del día o noche,  y escuchar: ¿Está don Juan? 
A veces era alguien con la angustia extrema de una urgencia vital.
      Crecí pues, con esa convicción de que el médico es por encima de todo un servidor social con entrega incondicional, valorado, querido y respetado socialmente.
      Y también pude comprobar cómo él mismo, se dejaba jirones de su vida en esa entrega incondicional y enfrentándose a  las  realidades más trágicas de la vida.
       Todo ello enfocado con sentido de deber “terrenal” pero también desde la trascendencia de su compromiso cristiano.

      Hoy en día, ha cambiado considerablemente el ejercicio profesional del  médico rural así como las circunstancias sociales, sin embargo creemos que esencialmente sigue siendo una "medicina heroica".

      La llegada de  los centros de salud con la ley de sanidad en 1986, trajo como positivo los horarios “civilizados” de trabajo de ocho horas.

   Pero también llegó la colectivización de la profesión, que diluía la responsabilidad en equipos y la incorporación de la informática en las consultas. Todo ello transformando en cierta medida, la figura del médico en equipo, la del paciente en usuario, y la clínica y el tratamiento en programas y protocolos.

   Socialmente también vivimos la merma de autoridad de todos los servidores públicos: desde maestros, sacerdotes, fuerzas de orden público, etc., y por supuesto también los médicos.
     Pero son precisamente estas nuevas circunstancias sociales adversas, las que tal vez vuelven a hacer de otra manera "heroica", la medicina rural, pues el acto médico siempre será un encuentro radicalmente humano entre dos personas: el médico y el paciente, enfocado desde una triple dimensión: física, psíquica y espiritual.

   Como la esperanza permite mirar la realidad mas allá de las coyunturas sociales, creemos que la figura del médico rural siempre prevalecerá: por ser la imagen más fidedigna del médico de familia, y por ello la piedra angular del cualquier sistema sanitario.

    Y porque representa uno de los grandes logros de la civilización.

 

lunes, 12 de febrero de 2024

La Medicina en la Universidad

 

G. Marañón durante una clase en la universidad

El maestro separado de sus discípulos por la escalera, que es la del saber.
Próximo a él, el agua en transparente jarra, como símbolo de claridad y de vida.
Es posible que el maestro no fuera ajeno al simbolismo de esta escena.

“Vale más la claridad que cabe en el hueco de la mano, que un río de turbia erudición no criticada”. 

"Yo amo sí, profundamente a la Universidad; porque nada me colma de alegría  y de paz como ese acto transido de divina humildad que es la enseñanza.
Y esta enseñanza mía, que quisiera exhibir ante vosotros, no ha sido 
la profesional y protocolaria de ir a la cátedra a recitar mi lección.    

Sino la de procurar que cada palabra pronunciada o escrita y que cada gesto mío,
en cada uno de mis días, estuviesen impregnados de las dos razones inequívocas del enseñar; es decir:
 del sentido de la responsabilidad y del anhelo de la claridad

                                                     Gregorio Marañón


Si lo analizamos con detenimiento, constatamos que la vocación médica suele llevar inherente, de manera más o menos manifiesta, una vocación docente.
Ya sea de forma directa: en tareas de formación de estudiantes y médicos residentes o en comunión con otros compañeros.
O de forma indirecta: con múltiples formas de expresión como: divulgación de conocimientos médicos para que lleguen al resto de la profesión, es el caso de revistas y blogs, muchos de los cuales contienen actualizaciones y aportaciones clínicas y humanistas muy valiosas, a veces inéditas o traducción de estudios recientes, también mediante resúmenes o actualización de lo más sustancioso publicado en el ámbito médico, etc.
Y asimismo por la publicación de experiencias vivenciales y testimoniales en el ejercicio profesional, que poseen un gran valor didáctico al favorecer el aprendizaje por mimetismo.

Pero todos tienen en común dos elementos:

1-   un afán divulgador de la ciencia médica, que en sí misma es singular por ser siempre inexacta y por ello en continua revisión y crecimiento;

2-   un fin de trascendencia casi siempre involuntario e inconsciente.

Y es que como decíamos: esta vocación docente en los médicos es puramente instintiva o espontanea, como las plantas que surgen de forma natural entre los huecos de las piedras, pudiendo manifestarse de múltiples formas y extemporáneas.

    Tan unida está la Universidad a la Medicina que muchos hospitales llevan como segundo nombre complementario la palabra “universitario” dotándose con ello del prestigio de la enseñanza y de la dignidad y confianza de la Medicina universal.
      A igual que muchas Facultades de Medicina se presentan asociadas a hospitales, en perfecta y fecunda simbiosis.

Quisiera que fuera un acicate más en el ánimo de los médicos jóvenes, y, sobre todo, de los que están por las zonas rurales, para interesarles en el estudio de la patologia nacional, todavia atrasada la patología nacional, todavía atrasada.  

Todos tenemos que trabajar, sin ligerezas pero con prisa, para dejar a los que nos sucedan nuestra tarea terminada y, por añadidura, todo lo que podamos de lo que nuestros abuelos dejaron por hacer”.

*Gregorio Marañón

 

jueves, 25 de enero de 2024

La sobrevaloración de la patogenia frente a la etiología, en la Medicina actual

 

 Libro “Manual de diagnostico etiológico”. G Marañón


     “Mi punto de vista, eje de mi actitud profesional y pedagógica, es que
del hecho clínico hay que partir, invariablemente, hacia la etiología.
Buscarla encarnizadamente y actuar con una terapéutica adecuada a ella.

    El médico debe ser antes que experimentador, naturalista;
para serlo, le basta ver con ojos de investigador
lo que la naturaleza en forma de dolor le presenta”. 

          Todo enigma tiene un sentido y hay que buscarle hasta encontrarlo, sin que 
       las excepciones desconcertantes nos induzcan a abandonar el campo recto.”.

                                      G. Marañón

 

     Parece evidente que la actual crisis de la Medicina no es ajena a una sobrevaloración de la patogenia en detrimento de la etiología.
Algo que ya advirtió el maestro Marañón.

    Lo cierto es que en los últimos cincuenta años se ha desarrollado toda una ingente industria farmacéutica y de medios terapeuticos en base a la patogenia de las enfermedades -algunas de nuevo cuño como TDAH- con infinitos tratamientos sintomáticos de administración crónica, o supuestamente con fines preventivos, y basándose en criterios patogénicos con escasa o cuestionable certificación científica.
       Por el contrario se ha postergado la etiología a un segundo plano, hasta el punto de que en los últimos 40 años apenas se han sintetizado nuevos agentes antimicrobianos como antibióticos, antimicóticos, etc.

   Podríamos decir que la mayoría de los tratamientos etiológicos actuales son farmacologicamente casi los mismos que hace 50 años. Aunque afortunadamente esto no es regla absoluta, pues en algún terreno específico sí se ha avanzado , como por ejemplo en el de los neurolépticos para trastornos psicoticos.

   Las razones de esta situación pueden ser varias, incluyendo los intereses de la industria farmaceutica, pues parece obvio que comercialmente hablando, resulta mas rentable vender productos de consumo permanente (patogénicos) que ocasionales (etiológicos)

   Este giro copernicano en la Medicina, que se inició hace más de 50 años, se puede visualizar en la continuación de la obra científica de Gregorio Marañón, especialmente del libro Manual de diagnóstico etiológico, un libro innovador, universal y que se adelantó a su tiempo, pero cuya actualización, ya fallecido el maestro, se hizo con este cambio de paradigma contrario al de su creador, como bien manifiesta el propio profesor Balcells Gorina autor de dicha actualización, frente al testimonio del maestro Don Gregorio.

Lo exponemos con más detalle aqui. Nos dice el maestro:

"Lo que verdaderamente importa es saber si la lesión cardiaca o nerviosa es reumática o sifilítica o debida a una degeneración vascular.
Solo cuando la etiología se nos escapa y, por desgracia, esto ocurre con harta mayor frecuencia de lo que quisiéramos, solo entonces, nos contentamos con el rótulo clásico de la enfermedad o del síndrome, que lleva aparejado un tratamiento necesariamente sintomático y, por tanto, incompleto (1943). O si cabe, más hondamente expresado:
Mi punto de vista, eje de mi actitud profesional y pedagógica, es que del hecho clínico hay que partir, invariablemente, hacia la etiología. Buscarla encarnizadamente y actuar con una terapéutica adecuada a ella.
Y si no se puede lograr este intento etiológico rigurosamente, no importa; hay que intentarlo de nuevo o, en el peor de los casos, proceder con una táctica aproximativa… más aún: si ni siquiera vagamente acertamos con la etiología, solo el “propósito etiológico” nos dará la mejor indicación para acertar.
La Medicina es una ciencia práctica y no unos juegos florales. Y para la solución práctica del problema que el organismo que sufre nos plantea, la patogenia nos importa solo relativamente."

G. Marañón

    Sin embargo otros maestros como Balcells Gorina muestran su desacuerdo con este enfoque radicalmente profundo de Marañón, con estas palabras:

"Desde luego no podemos compartir el punto de vista de nuestro gran clínico:
Pero si la visión etiológica de la Patología, aunque indispensable para la Medicina, es decir, para fundamentar diagnóstico y terapéutica, no nos dice nada de la íntima esencia de la enfermedad. Una nueva era - la de la fisiología clínica - ha permitido “entrar” y profundizar seriamente en los mecanismos e incidencias de todo el proceso morboso que constituye la enfermedad.

Y aunque a cada paso tropezamos con el alegato del “práctico” al que “no le interesan las patogenias”, cualquiera que recapacite deberá reconocer que solo satisface y deja tranquilo aquel diagnóstico o aquella medida terapéutica que se han montado sobre un previo conocimiento de lo que realmente está ocurriendo - fisiopatología - en el enfermo”.

(…) y si desgraciadamente se nos escapa hoy por hoy, la certeza de la mayoría de los mecanismos de enfermar o si aquellos que creíamos conocer son sujetos a revisión una y otra vez, esto no es excusa para llevar una actitud pasivamente pesimista al libro de Patología, ni es óbice para utilizar como hipótesis de trabajo las supuestas adquisiciones, aun convencidos de que son provisionales.
Pero es que además resulta imposible disociar la etiología de la patógena (…).
Hay que atender la causa en un sentido más amplio, es decir las causas remotas o primeras o las causas inmediatas, o sea, etiología y patógena".

Prosigue Balcells: 
"Pero vayamos al más puro ejemplo práctico:
¿Es que tratamos la etiología al dictar la terapéutica de la insuficiencia cardiaca en una mitral? en modo alguno, hacemos un tratamiento funcional no ionotropo, porque la causa aquí, como en otros muchos casos, no se puede apartar y lo que nos interesa es el estado funcional de su circulación y corregirlo.
Si solo practicáramos el tratamiento causal tendríamos que renunciar al 90 por ciento de las intervenciones médicas.
Cuando practicamos una terapéutica desensibilizante, inmunodepresiva, espasmolítica o vasodilatadora, o con cortisona, o salicilatos hacemos un tratamiento de base patogénica (...), de síntomas.
Además la etiología es muchas veces remota y resulta inaccesible a cualquier terapéutica actual.
Lo que interesa es la reacción anómala, patergica e inespecífica, es decir, la patógena actual del proceso." 

Balcells Gorina

     Lo cierto es que aunque ya existía el término etiopatogénico, es evidente la total discrepancia de ambas visiones, la de Marañón y Balcells; hecho que carecería de importancia, si no fuera porque forman parte estructural de su personalidad y eje de su ejercicio profesional, y porque sobre el segundo recayó la responsabilidad de actualizar un libro, Manual de diagnóstico etiológico”, que era espejo del primero.

    Por lo demas creemos, basándonos en los mismos ejemplos expuestos por el profesor Balcells, que es evidente que la actitud de Marañón no era “cruzarse de brazos” cuando no se sabía la etiología de una enfermedad (lo expresa claramente), sino que el tratamiento sintomático no debe abdicar de buscar la causa última, y por ello la definitiva “el dilema que nos propone la naturaleza, para ser resuelto”.

    Aunque las razones que dan ambos clínicos van cargadas de verdad, y lo que es más importante, de la noble intención del “médico de raza” por encontrar la forma más idónea de aliviar el sufrimiento humano, a nuestro juicio nos parece más ajustada a la Verdad la actitud de Marañón, que si de algo no se puede tachar es de ser  pasiva´o pesimista, más bien al contrario: cuando se busca la raíz o la causa de un problema siempre se inicia un camino y se abre un horizonte resolutivo.

    Por contra, quedarse en casa cómodamente, arropado y sin dolor, osea tratando los síntomas, y no salir a buscar el problema mientras persiste, sí pudiera ser pesimismo y pasividad. Además no pocas veces la patogenia o sintomatología son procesos adaptativos de la propia naturaleza que per-se pueden resultar terapéuticos, como podría ser el mecanismo de la fiebre.

  Siguiendo el ejemplo del propio profesor Balcells:
Es claro que debemos tratar los síntomas de la insuficiencia cardiaca de una estenosis mitral, pero parece evidente que lo más idóneo sería, hoy ya es posible, tratar la propia estenosis.
Tratar la fiebre de una infección respiratoria que la exploración nos sugiere neumonía, puede estar bien sobre todo cuando es elevada y puede generar complicaciones, pero lo es más tratar el posible origen de la misma, incluso sin saber si es por neumococo, streptococo, hemophilus, etc…, con antibioterapia. Aunque siempre será más eficaz si por cultivo, se sabe la etiología concreta.
Calmar un dolor con analgésicos y espasmolíticos es fácil, pero no pararnos aquí si la clínica nos sugiere una posible etiología tumoral, litiasis, infecciosa, etc. (“a pesar de que el paciente se encuentre mejor”).
Tratar los síntomas de una conjuntivitis o un cuerpo extraño en el ojo es fácil con un anestésico local, pero lo más adecuado sería eliminar el cuerpo extraño, o tratar la posible etiología, aun aproximativa, de la conjuntivitis.
En el caso del asma, todavía el tratamiento, hoy en día, ha de ser patogénico, pero esto no quiere decir que mañana no pueda ser etiológico, cuando ya está llamando a las puertas la terapia génica.

   Y es que la actitud de Marañón nacía no solo de su propia personalidad vitalista, la vitalidad de los nacidos en primavera, como diría de otro personaje; sino quizá también del profundo conocimiento de la naturaleza humana.
Sabía que la conducta humana se rige casi siempre por la ley del mínimo esfuerzo, que la pasividad es prima-hermana de la comodidad, y que el espíritu de lucha se deja fácilmente engañar con el alivio pasajero.
   Si este espíritu hubiera desistido en su búsqueda de la etiología, estaríamos hoy en día, tal vez tratando la tuberculosis solo con antitérmicos y en “retiros tísicos” y seguiriamos con los mismos índices de mortalidad de hace varios siglos.
 

Pero es que además no hay que olvidar que el tratamiento sintomático también genera patología o yatrogenia, a menudo desconocida, y eso es algo que hoy vemos a diario en la Medicina de "a pie".

Por ejemplo no es infrecuente, encontrar hasta en la última aldea de España pacientes, casi siempre “pensionistas”, tomando 14 medicamentos al día, en su mayoría sintomáticos.
A saber:
Se puede iniciar con la prescripción de un simple somnífero para dormir, que a su vez genera cefalea matutina y sequedad de boca, lo que hace que tome analgésicos… Como además tiene “artrosis”, osea lo que ha tenido el ser humano desde que lo es, a partir de cierta edad, ha probado ya todos los analgésicos: AINES, paracetamol (a dosis elefantiasicas), metamizol, buspironas, etc. los cuales a su vez generan efectos secundarios como somnolencia, gastritis…, por lo que debe tomar omeprazol y/o antiácidos, que a su vez producen estreñimiento y quién sabe si demencia (especialmente los que llevan derivados de aluminio), anemia, etc., lo que a su vez produce dolores cólicos intestinales y meteorismo, por lo que tomará un espasmolítico, que a su vez produce temblor y somnolencia, junto con la que producen los Aines, y la hipotensión del metamizol genera depresión, astenia extrema…, lo que hace que tenga que tomar antidepresivos que a su vez generan más efectos anticolinergicos como cefalea y sequedad de boca, lo que origina faringitis crónica, lo que hace que tome más antinflamatorios, lo cual origina ligera insuficiencia renal por n. tubulointersticial, que desequilibra la hipertensión, por lo que debe tomar un nuevo antihipertensivo que genera, junto con…, por lo que,..  debe tomar...

Esto solo es el principio pero“la historia puede no tener fin” y lo peor es que es una realidad.
Es indudable que los propios médicos tenemos una responsabilidad ante esta situación, no siempre facil de resolver por chocar a veces con la libertad del paciente que demanda soluciones inmediatas y no acepta tanto la autoridad del médico de cabecera que 
intenta retirar medicaciones prescritas por los sucesivos especialistas.

    Posiblemente el problema se hubiera resuelto de raíz, si el insomnio, que quizá era pasajero, inicialmente se hubiera tratado  desde el punto de vista etiológico y con medidas naturales como paseando un poco por las tardes, leyendo un libro minutos antes de acostarse, bebiendo un vaso de leche caliente antes de acostarse y lo más importante valorando e integrando más al anciano en su entorno familiar y social.

     Es decir, produciendo fatiga natural, disminuyendo el nivel de cortisol plasmático por la acción del alimento ligero, (y quién sabe si también por su temperatura) y “dando un sentido a la vida”.
Tal vez es esto lo más importante y lo que no está en manos del médico: su integración social y familiar.
    Y que el paciente se haga cargo de su condición de tal, asumiendo algo tan natural y humano como que hay “días en que se puede estar peor”, y que “en la vida… también hay dolor”. 
“Que la inseguridad vital no se cura con hechizos, ni con pócimas de curandero”, sino volviendo los ojos al Dueño de la vida,…a Dios.”

    Así pues, el tratar de buscar el origen o la causa de la enfermedad, como apuntaba Marañón,ir a la raíz y no quedarse en las ramas” sin dejar de tratarla, es luchar por curar y aliviar no solo el sufrimiento del enfermo concreto, sino prevenirlo y contribuir con ello al progreso de la Humanidad.


lunes, 8 de enero de 2024

La importancia del entusiasmo en el médico/a

 

Gregorio Marañón con dos compañeros

 La amistad, la vocación y la profesión, 
tres  hijas del amor,
han de verse a menudo   juntas.


Compañerismo es el fraternal sentimiento de amistad que
surge espontáneo hacia quien comparte el mismo camino y
 destino: 
la dignidad humana.
Y hacia quien sostiene el mismo peso: el de la responsabilidad". 

Alguien dijo que el entusiamo era la hormona del alma, 
pero en el médico tal vez sea algo mas: 
es la savia de la vocación y la raiz de la profesión.


Y estas palabras del maestro Don Gregorio, nos lo recuerdan:

“Si yo digo: “voy a sugestionar a este enfermo”,
probablemente representaré ante su dolor una comedia un tanto burda;
para mi temperamento, casi repugnante; 
y útil tan solo si el enfermo posee una categoría espiritual
 
muy poco diferente de la de los  salvajes.

Pero si yo tengo fe profunda en mis armas terapéuticas
y las aplico, lleno de entusiasmo, a mis pacientes,
esta fe y este entusiasmo multiplicarán hasta límites inverosímiles
la eficacia bruta de mi jarabe y de mi inyección.

... Y esta fuerza, que creo que debe llamarse extra-científica, 
depende, en último término, de una sola cosa: 
del entusiasmo del médico, de su deseo ferviente de aliviar a sus semejantes;
en suma, del rigor y de la emoción con que sienta su deber"
. 

 El médico escéptico, por lo tanto, está casi inerme en la lucha contra la enfermedad.” 

 ______________

“El médico escéptico sabrá curar la úlcera pura;
pero la esfera y la estratosfera de  motivos nerviosos que la envuelve
solo será vulnerable al médico entusiasta;
y muchas veces, sin esta previa disipación de su atmósfera imaginativa,
la úlcera no se curará jamás; ni siquiera si la extirpa el cirujano.

 He aquí por qué el entusiasmo influye tan poderosamente en el éxito profesional”.

Gregorio Marañón



lunes, 25 de diciembre de 2023

La Navidad desde una doble visión

  *Video artesanal.

El acontecimiento más importante de la historia  de la humanidad: Dios haciéndose hombre y asumiendo nuestra frágil condición humana, visto desde una "óptica binocular":
     -  A través de la sensibilidad y sencillez de un niño. *1
     -  Y a través de la genialidad y transparencia de un escritor *2


*2-  "Frágil Navidad"   JUAN M. DE PRADA

La fiesta de la Navidad ha cargado siempre su acento en los aspectos más tiernos de la escena ocurrida en Belén. 
Todo se enaltece de bondad y de gracia en estos días en que Dios se puso a la altura de los hombres (y aun de los hombres más desvalidos y humillados) y tomó su figura, para ir a nacer a una cueva, vecino nuestro, frágil como cada uno de nosotros, tan pequeñuelo y endeble como nosotros mismos fuimos, como lo fueron antes que nosotros nuestros antepasados y lo son o serán nuestros descendientes, fortísimamente anudado con todos los hombres en vínculo de extrema debilidad.

Los hombres necesitamos tener a Dios a la altura de nuestro corazón, porque la fe es también una cuestión cordial, como la caridad.
Por ello, en lugar de hacerse presente ante nuestros ojos al modo de un meteorito que cae del cielo o de un géiser que brota de súbito de la tierra, Dios se acercó a los hombres de la manera más entrañable, que es precisamente a través de las entrañas de una mujer; y, a través de aquella Mujer, de las entrañas de la Humanidad entera, pues algo se remueve en nuestras entrañas –al menos, mientras seguimos siendo humanos– cuando reparamos en la fragilidad de un niño recién nacido que gimotea entre las pajas, en el interior de una cueva donde debe de hacer mucho frío.

En el empeño por sustituir el belén por el árbol hay algo más que el decaimiento de la fe: hay también un decaimiento humano
Dios llega al hombre a través de la vía más elemental y comprensible para cualquier persona que no se haya deshumanizado, que es la vía de la ternura y el desamparo. Belén es un misterio radiantemente divino; pero también un misterio trágicamente humano, que es el misterio de la pobreza, de la soledad y el desvalimiento expuestos ante nuestros ojos y requiriendo nuestra asistencia.

Mirando a ese Niño vemos a todos los niños que gimen mientras la muerte desfila por la tierra. Mirando a ese Niño (aunque ni siquiera creamos en el misterio divino que encarna), algo se remueve en nuestras entrañas, algo las acaricia o retuerce, como si ese Niño fuese nuestro propio hijo, nuestro propio hermano, nuestro propio ser. Al menos, mientras seguimos siendo humanos.
Yo he visto a muchas personas que no eran creyentes emocionarse ante un belén; porque el belén les recuerda la fragilidad que fueron, la fragilidad que todavía son, la fragilidad que sin duda serán.
Y esa fragilidad, compartida con Dios y con todos los hombres (aquí no valen las distinciones de raza, religión o sexo), es lo más hermoso y divino que guardamos dentro.

 De algún modo, abrazando nuestra fragilidad, que es la de la Humanidad doliente, nos volvemos un poco como aquellos pastores que guardaban sus rebaños en torno a la gruta de Belén y acudieron para adorar al Niño y, de paso, hacerle unas carantoñas (o al revés). Aquellos pastores eran gentes humildes y limpias de corazón, gentes sin anteojeras ni sofisticaciones, gentes sin ideología ni cerrilismos, que aún guardaban en el pecho un corazón de palpitante carne.
Aquellos pastores comprendieron el misterio del Niño porque antes habían mirado con ternura su desamparo.
Y esa ternura se volvió compasión, que es la necesidad de llorar con quien está llorando, de padecer con quien está padeciendo, de sentir y respirar con él, tomando el mismo aire y sintiendo las mismas pulsaciones en la sangre. En este sentido, simbólicamente, en el empeño de nuestra época por sustituir el belén por el árbol hay algo más que el decaimiento de la fe religiosa; hay también un decaimiento humano, una abolición de la ternura, una negación de la compasión.
 Mirando al Niño, entendemos nuestra deuda con la fragilidad humana; mirando el árbol sólo vemos una belleza fría y nevada, decorada de regalos, que nada dice al corazón. La ternura que se derrama desde la gruta de Belén se pierde en el hieratismo del árbol, frío como un corazón de piedra que ni siquiera se inmuta mientras la nieve cae sobre sus ramas.

Esta sustitución progresiva del belén por el árbol explica simbólicamente muchas cosas. Explica por ejemplo que, aferrados a nuestras anteojeras y sofisticaciones, a nuestras ideologías y cerrilismos, ya no sintamos piedad por nada, ya no podamos compadecernos de la fragilidad sufriente; explica que ya no se nos remuevan las entrañas cuando miramos el sufrimiento de los niños.
Pienso, por ejemplo, en los niños que en estos últimos meses han sido despedazados por las bombas en Gaza, a veces incluso aplastados en la incubadora por los escombros o ametrallados en el vientre de sus madres; y en la indiferencia con que contemplamos su fragilidad del tamaño del universo.
Pienso que estamos dejando de ser humanos, que nuestras entrañas se han hecho un lío de cables y que nuestro corazón se ha vuelto de piedra.

Feliz y frágil Navidad a las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan.

 JUAN MANUEL DE PRADA 
XLSEMANAL