No cabe duda que toda muerte conlleva dolor, desgarro y sufrimiento difícil de explicar y expresar, y cuando se trata de un ser humano: infinitamente más que nada.
En este video se puede representar a través de imágenes
y melodía, la trascendencia de este hecho: con la muerte súbita de un árbol por
la acción de un rayo; árbol crecido en libertad y soledad, venciendo al tiempo tras luchar contra vientos, plagas y tormentas, estando preñado de flores dispuestas a ser
frutos maduros de la vida
El video lo tomé en un alto en el camino tras
una noche de guardia, y viéndolo de nuevo, nos sugiere muchas reflexiones
si lo enfocamos desde el plano del ser humano: sobre la trascendencia de la vida y todo lo
que hay de pasado, presente y futuro en cada ser vivo.
Observarlo con la óptica de la Fe, permite una visión
más plena y tal vez menos traumática aunque no por ello se hace más
comprensible desde la frágil condición humana.
Nos iluminamos una vez más, con las palabras de nuestro "maestro de cabecera" Gregorio Marañón, lo que nos permite reflexionar sobre la importancia de cada ser humano y su Dignidad intrínseca -por ello al margen de cualesquiera de sus circunstancias- especialmente ante la plaga social eugenésica y la "política del descarte" que cosifica al ser humano, ya sea cuando está aun en el vientre de su madre o cuando dejan ya de ser "útiles": por la vejez, enfermedades genéticas o invalidantes:
“El árbol es ya todo lo que vemos -el mástil recio de su tronco,.. las ramas,.. la flor breve y el sabroso fruto desde antes de romper la costra del suelo, donde la raíz profunda busca allá abajo el jugo propio de la solera antigua...
Pues de igual modo, la vida mortal de los seres humanos está en gran manera escrita, desde antes de nacer, en la herencia que destila, generación tras generación .., y escrita, aún mas directamente, en el ciclo dramático de los nueve meses, durante los cuales el ser neonato se agita en las entrañas maternas”.
- “Si la convivencia íntima de unos meses con otro ser humano,
cualquiera que éste sea, deja en nosotros huellas que no se pueden borrar jamás,
aun cuando nuestra conciencia lo olvide, pensemos de qué calidad y de qué
hondura serán los surcos que graba en nuestra anatomía y en nuestra alma la
intimidad religiosa y ferviente con nuestra madre durante el tiempo en que
vivimos de la propia sangre suya y en la que la más tenue de sus emociones se
propaga, como las ondas del mismo agua, a nuestro corazón”.
(…) “No es posible iniciar la biografía del hombre (…) en el punto, biológicamente accidental, de su nacimiento”.
Gregorio Marañón