domingo, 24 de septiembre de 2017

Terremoto de Mexico: radiografia de un pueblo vivo







Ya nos referimos a México, en otra entrada: "Cosas que un español admira (y envidia) de México"
Entonces ya decíamos que:
 “Sin duda, la mayor riqueza de México es su riqueza humana, todo lo demás viene por añadidura o es consecuencia de la misma.
Si hubiera que definir a México a grandes rasgos, diríamos: que es un lugar, en el que todo el mundo parece empeñado  -desde que se levantan hasta que se acuestan- en tratar de hacerse la vida más fácil y llevadera unos a otros, y de paso, ganarse la vida en ello
Y lo hacen de forma casi lúdica, con esa alegría natural que surge cuando se sabe instintivamente que se actúa en una dirección vital correcta, y que todos los trabajos son iguales en dignidad.

Y si en algún momento se puede observar con mayor nitidez esta realidad, es en circunstancias difíciles o extremadamente dolorosas, como las acaecidas en el reciente terremoto. Pues tanto a nivel individual como social, la calidad humana -los quilates humanos-  se muestran más nítidamente en situaciones extremas.

Y es que tal vez resulta difícil por no decir imposible, hallar otro lugar en el mundo, donde se pueda contemplar con tanta nitidez esa exhibición de extrema generosidad, solidaridad, valentía, heroicidad, sentido de trascendencia, en definitiva cualidades humanas excelsas, y por ello eternas y universales pues no son otra cosa que reflejos de la Dignidad humana.

Pero la mayor singularidad de todas estas acciones son:
1- La organización espontánea del rescate por parte de la población, antes de la llegada de los equipos oficiales de rescate que a veces no llegan o lo hacen tarde, o en colaboración con ellos, pero siempre con una eficaz organización y responsabilidad, que son los dos componentes necesarios para no caer en masa.
(Se organizan cadenas humanas de cientos o miles de personas para desescombrar, piedra por piedra, y las personas más pequeñas actúan de 'topos" metiéndose entre los escombros para salvar vidas, aun sabiendo el peligro de ser sepultados por derrumbe pues además son frecuentes las réplicas.
2-  La respuesta social es generalizada: hoteles, restaurantes, transportes, etc.. abren sus puertas gratuitamente, los restaurantes incluso llevan la comida "a pie de rescate", lo mismo que muchas familias que ofrecen sus casas y todo cuanto puede resultar util y valioso.

 3- La conciencia del sentido trascendente de sus acciones, casi siempre con un componente  religioso, (por ejemplo "los topos" antes de cada acción suelen rezar y van acompañados de la imagen de la Virgen de Guadalupe).







4- La ilimitada o sobrehumana esperanza (Tal vez como consecuencia de lo anterior: 3) : Se siguen buscando vidas durante días y semanas, y da igual que estas puedan ser de ancianos, niños o jóvenes.
Y a veces acompañadas con el aliento sublime de la melodia de mariachis, que en este caso es mas rezo que canto: “Canta y no llores, porque cantando se alegran, cielito lindo, los corazones”

Esa revalorización de la Dignidad humana, que forma parte de la idiosincrasia del pueblo mexicano -al margen de sus enfermedades sociales- y que sale más a la superficie en situaciones extremas, es el mejor tesoro y sobre todo la mayor esperanza, no solo para México e Hispanoamérica sino también para el resto de la Humanidad.

Y ello a pesar de sufrir (al igual que España) casi de forma crónica, la grave plaga social de políticos corruptos y amorales.  Indignos de un pueblo, sin duda bendecido por Dios, y no por casualidad a través de su vía más directa: Su madre la Virgen de Guadalupe.

Tal vez ninguna palabra mas precisa, luminosa y  transparente, como las que pronunció el Cardenal de Mexico dirigiendose la la Virgen de Guadalupe : ( Ver video del minuto 24 al 32)

 

jueves, 14 de septiembre de 2017

El "Sindrome de estocolmo social" en España y Europa



 Es un tema ya tratado en este blog: El Sindrome de estocolmo, como enfermedad social , pero que resulta de actualidad a raíz de los últimos atentados terroristas, pues afecta a España en general y más en concreto a Cataluña, como antes más al País vasco, pero sobre todo afecta a casi toda  Europa:  Suecia, Dinamarca, Reino Unido, Alemania, Francia, etc. 
Aunque afortunadamente parece que existen aun partes sanas, que resisten heroicamente esta pandemia, quizás por estar inmunizadas al haber estado ya en contacto con el virus mutante. (Polonia, Hungría, Rusia...).

Tal vez se trate de una de las enfermedades sociales más comunes y de mayor trascendencia en el ser humano, lo que supone un reto para la Medicina como ciencia social, en el siglo XXI
Y es que el SDE además de ser una enfermedad personal, lo es por encima de todo: también social.
Consiste a grandes trazos, en una identificación y/o atracción de la víctima con el agresor  ya sea este: agente personal o social, el cual ejerce su poder a través de la máxima coacción o  violencia, lograndose su fagotizacion y con ello que la victima asuma y comparta sus acciones y justificaciones.
Seria en último término, un mecanismo de defensa, que si bien puede resultar útil en un primer momento, supone sin embargo un importante factor autodestructivo personal, o en este caso: social.

Recordemos que se describió por vez primera, en Estocolmo, cuando una mujer secuestrada se enamoró de su violento secuestrador, identificándose y asumiendo plenamente su discurso y acciones violentas, dirigidas contra su propia familia y su persona.
Se suele dar en situaciones de máxima debilidad, impotencia y en personalidades especialmente vulnerables.
 Las sociedades, en cuanto masas,  son sin duda  más proclives a padecerlo. Señalemos que las características de las masas, según Marañón, Ortega y Gasset, y Le Bon (Psicología de las masas) son:
1-     Desvalorización de la razón sustituida por la emoción,
2-      La ausencia de responsabilidad sustituida por la sugestión (No hace falta señalar que es esta , junto con la manipulación,  la caracteristica esencial de los dirigentes políticos)
3-      Su contagio por mimetismo…
Todo lo cual las hace especialmente vulnerables a la manipulación por parte de  personalidades psicopáticas o sin freno moral. Que precisamente por ello poseen una  energía suplementaria  que seduce o hipnotiza a las masas bloqueadas por el miedo.

Como todas las enfermedades sociales, los que mejor las describen, no son los psicólogos ni los médicos sino los escritores comprometidos con  la Verdad, pues son los más fieles testigos y los mas avizados observadores de la realidad humana.
En este caso, nuestro admirado maestro Juan Manuel de Prada o el mismo G. Marañón. Del primero es este luminoso artículo: 

Formas retorcidas de miedo:

Resulta, en verdad, paradójico que el lema elegido para responder a los atentados yihadistas recientes haya sido No tenemos miedo cuando, si algo se palpa en la sociedad catalana y española, es precisamente el miedo. Un miedo colosal, apretado y espeso, que adapta las expresiones más retorcidas, como ocurre siempre en las sociedades traumatizadas.
Una de esas expresiones es la ofuscación ideológica. Desde el separatismo absorto en su quimera, la labor de los Mossos d’Esquadra se pretende presentar grotescamente como un éxito policial sin precedentes, en un esfuerzo patético por presentarse en la palestra internacional como una nación autosuficiente; y toda denuncia de la chapucería policial que ha rodeado los atentados se entiende como un sórdido intento de dividir a los catalanes y un bilioso ejercicio de manipulación mediática. 

Pero sólo una sociedad corroída por un penoso síndrome de Estocolmo colectivo puede tragarse estas majaderías. Pues un análisis desapasionado nos muestra que la actuación de los Mossos d’Esquadra tras la providencial explosión del chalé de Alcanar es penosa. Si hubiesen hecho un registro mínimamente serio de los escombros causados por la explosión y hubiesen reparado en el alucinante arsenal de bombonas de butano que los terroristas atesoraban la masacre se habría evitado. Esto es un hecho incontrovertible; y tratar de negarlo es ofuscación ideológica de la peor calaña.
Pero no es esta ofuscación ideológica la muestra más retorcida del miedo que se ha adueñado de nuestra sociedad. 
Todavía más sobrecogedora resulta la persecución histérica de cualquier atisbo de pensamiento crítico, el furor censorio con que se castiga a las voces disonantes que se niegan a deglutir la alfalfa oficial. No estamos defendiendo, naturalmente, los burdos exabruptos racistas, ni las fanáticas lucubraciones conspiranoicas. Pero el furor censorio que se ha desatado contra las escasas voces que rompen el silencio de los corderos sólo es comprensible en sociedades genuflexas y temblonas, que son las más fácilmente manipulables.
 Quien se atreve a cuestionar la negligencia de las autoridades que se negaron a instalar bolardos en las calles es anatemizado como un propagandista del odio; quien osa señalar los errores teológicos más crasos del Islam es caracterizado como islamófobo. Así los manipuladores pueden conducir fácilmente al rebaño hasta el redil de sus intereses. Así un aberrante atentado islamista sirve como excusa para denunciar brotes de islamofobia.
 Chesterton nos enseñaba en La taberna errante que en el laicismo melifluo siempre se camufla un odio constitutivo y medular a la fe cristiana. Y también que el Islam era el catalizador que el laicista emplearía como ariete para derribar las enojosas barreras cristianas; pero que esta labor de derribo se esté realizando precisamente en estos días demuestra que la sociedad española es, en verdad, una masa genuflexa y temblona.
Y, mientras el miedo favorece el medro de los manipuladores, vuelve a helarnos la sangre en las venas el silencio de la única institución que podría traer luz en medio de las tinieblas. 
Hace apenas unos años, esa institución nos ofrecía discursos tan iluminadores como el que Benedicto XVI pronunció en Ratisbona; hoy sus jerarquías callan medrosas, o evacuan inanes tópicos buenistas, o –misterio de iniquidad– participan en la estigmatización de las escasas voces disonantes, como le ha ocurrido al sacerdote Santiago Martín.
 Así se cumple la terrible profecía de Cristo: “Os expulsarán de la sinagoga; y, cuando os maten, pensarán que están haciendo un servicio a Dios”.

Publicado en ABC el 26 de agosto de 2017  JUAN MANUEL DE PRADA
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El maestro Gregorio Marañón nos hace una descripción fisiopatológica magistral y transparente -a través de la parábola- de lo que más tarde se denominaría “Síndrome de Estocolmo”, la enfermedad social de mayor trascendencia en nuestro tiempo, y que se halla detrás de todas las actitudes “aparentemente incomprensibles e indignas” que afectan al hombre, cuando se halla en la encrucijada del miedo, ya sea terrorismo, sectarismo, acosos, etc.

.. ” Y el discípulo exclamó Maestro, eran todos unos Judas”.
“El maestro tardó un rato en contestar y al cabo de unos minutos dijo así a su
discípulo: No, no son unos Judas, amigo mío, son solamente Pedros.
Fíjate en que me han negado, no porque fueran malos, sino porque tenían miedo:
El hombre no está hecho para desafiar el peligro más que cuando sus instintos son
más fuertes que el miedo.
 

Y ciertamente la dignidad no es un instinto, sino una cualidad
brillante que llevamos como una condecoración en las grandes paradas de la
humana vanagloria, pero que, cuando pasamos por un trance arriesgado, nos olvidamos
de colocar sobre nuestra carne pecadora.


Pero el instinto sin un gran antídoto de experiencia es invencible y nos conduce
ante el peligro, a renegar. Más renegar no es traicionar: Renegar es más fácil y está
al alcance de todos los hombres. Traicionar es más difícil: se necesita para una
buena traición tanto arte como para conquistar una ciudad murada. El perjurio de
Pedro lo hubiera cometido igual cualquiera de sus otros discípulos. Aquella sutil y
sacrílega traición solo Judas la pudo cometer.”


Gregorio Marañón Obras Completas, IV, pág. 365.

Gregorio Marañón Obras Completas