“... Pero si tiramos por la borda, como una antigualla más, el concepto sacerdotal del médico, la supremacía de la vocación para ejercer nuestro arte, entonces no tenemos derecho a quejarnos de que se nos exijan responsabilidades por defectos en el ejercicio profesional, que, en realidad, solo pueden resolverse en el ambiente de mutuo amor en que se desenvolvía la Medicina de antaño"
“Yo no niego la eficacia
que puedan tener para algunos los manuales deontológicos.
Pero me hacen el efecto
de aquellos otros manuales que enseñan cómo se debe conducir
en la mesa, en visita o en el trato con las damas, y cómo deben practicarse las reglas elementales de la higiene y de la limpieza.
Recuerdan otras veces a los artículos inocentes con que comienzan algunas constituciones, ordenando que los ciudadanos sean buenos y felices, o demócratas y trabajadores.”
Dicho esto, tratar de enseñar como asignatura, bioética a un médico, se nos antoja tan chocante como enseñar cursos de moral a los padres para indicarles cómo tienen que tratar a sus hijos o viceversa.
Y es que cuando hablamos de Responsabilidad con mayúscula, no nos referimos a la externa, llamada intelectualmente
“Bioética” que se aprende con normas
nacidas del derecho legal o el consenso; Sino a la interna, llamada “moral o conciencia” que nace espontáneamente
del derecho natural y se presupone en el médico, al igual que el motor en el coche, y el
corazón en el cuerpo.
- La moral o conciencia, como la Verdad, es eterna y universal.
La bioética como los protocolos, puede ser circunstancial y moldeable, y por ello vulnerable al
poder político y social
- La bioética, término artificioso, estaría hecha a imitación de la justicia, para controlar desde dentro a quienes actúan obnubilados fuera de su
conciencia, o que simplemente
carecen de ella.
Pero si consideramos la Bioética como garante y depositaria del eterno y universal código deontológico hipocrático, cobraría todo su valor y significado, pues serviría como el último refugio del médico frente a la manipulación del poder político con sus veleidades en las leyes civiles.
Y es que debemos admitir que malos tiempos corren si la justicia tuviera por fin primordial controlar a los jueces; la fuerza pública a los policías, y la bioética a los médicos.
Esa voz de la propia conciencia es la que manda, por encima de leyes establecidas por legisladores y jueces que las aplican. Pero por desgracia, amigo Juan, la conciencia –junto al sentido común, de la que emana– parece importar cada vez menos. Supongo que por la frivolidad social (consecuencia de una carencia educativa), que intenta desprenderse de toda responsabilidad, de toda carga.
ResponderEliminarGracias amigo Jose por la aguda reflexión y por tu estimulante contribución
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