Deberíamos partir de la base, que el humor es un arte del mismo rango o entidad que la poesía.
Podríamos decir, en lenguaje popular que: el humor es el hijo natural y no reconocido del arte, y el hermano desconocido de la poesía: un hermano confiado y accesible para todos, independientemente de su condición y formación.
O asimismo podriamos expresar, que el humor es el licor doblemente destilado de la realidad humana, un licor que como cualquier caldo con graduación, alegra y hace olvidar penas.
Y al igual que las bebidas destiladas, los hay de diferentes tipos, cualidades y calidades, y porque no decirlo: también "adulterados".
Ya hemos tratado en este blog, en diferentes entradas, sobre la eficacia del humor como terapia anímica pero también puede resultar un signo de salud física y psíquica.
No hace falta decir que en enfermedades neuropsiquiatricas, cuando el paciente muestra sentido del humor, siempre es un signo positivo y esperanzador de recuperación, pues a nadie se le escapa que debe estar mediado por un complejo proceso neuronal.
Es por ello que, todos estamos en deuda con esos "sanadores del alma" y en cierta manera también
del cuerpo, y que surgen de forma espontanea especialmente en nuestro país, tal vez por ser cuna del misticismo y por ello vivero de héroes, toreros, santos... y cómicos.
Tal vez, no por casualidad, el idioma español ha querido que la palabra humor suene casi igual que la de amor.
Y es que en ningún libro se puede adivinar ese carácter místico y trascendente del humor como en el El Quijote, el libro más difundido en el mundo después de la Biblia.
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