jueves, 17 de noviembre de 2011

Tratamientos alternativos contra la ansiedad y la depresion



Una de las patologías mas frecuentes atendidas en las consultas de atención primaria, son los cuadros de ansiedad y depresión; consultas que suelen ser especialmente trascendentes y fecundas, por afectar a lo mas hondo del ser humano, que es el mundo de los sentimientos, y por encauzarse mejor a través de ellas, la eterna vocación del médico que es curar, aliviar  y/o consolar .

La realidad es que existen núcleos de población o residencias, donde la prevalencia de pacientes que están en tratamiento con ansiolíticos, hipnóticos  y antidepresivos es desproporcionadamente elevada.
Y lo mas preocupante es que las dosis, se toman de forma creciente y tal vez excesivas, especialmente en ancianos, con todo lo que esto conlleva de efectos secundarios -no siempre conocidos o reconocidos-: un universo de síntomas físicos y psiquicos como somnolencia, despersonalización, perdida de memoria y reflejos, estreñimiento, sequedad de boca y otras mucosas lo que generaría a su vez otras patologías como faringitis, conjuntivitis y toses crónicas, etc..,  apneas durante el sueño, todo ello induciría a tomar nuevas medicaciones, que a su vez generaría aun mas efectos secundarios ..etc,  resultando con ello, a veces, un circulo vicioso de difícil retorno.
Significaría de hecho para el paciente, lo mas parecido a vivir anestesiado.
Y es que, sin dejar de admitir la utilidad y el valor  de estos farmacos, como uno de los hallazgos mas importantes de la ciencia y símbolos del progreso de la Medicina..,  y tan necesarios a veces como los anestésicos.
Hay que reconocer también, que existen tal vez otras vías complementarias o alternativas de tratamiento para estas patologías tan típicas de nuestro tiempo, como podrían ser:  el contacto directo con la naturaleza, que genera por si mismo un sentimiento saludable de paz, serenidad y armonía.

Sin olvidar abrir o reforzar otras vías, como el apoyo social que brinda la familia, la amistad  e incluso un buen libro, o  placeres terrenales como un buen vaso de buen vino ( en caso de no tomar  medicación).   

Y también porque no: hay que reconocer en voz alta y sin complejos el apoyo -a veces vital- que significan las creencias religiosas y mas singularmente las cristianas, por aportar un significado trascendente al sufrimiento humano y abrir una vía a la esperanza, que como se sabe:  siempre siempre  es curativa.

A este respecto, nos enriquecemos, una vez mas, con la sabia de nuestro "maestro humanista de cabecera" Dr. Gregorio Marañón :
 
“Sin un punto de angustia el alma humana pierde su más noble característica, que es la capacidad para crear.  Sin angustia no hay creación
 
Ya lo dijo Becquer, que adivinaba lo que no sabía y por eso era un gran poeta.
La inspiracion es actividad nerviosa que no se halla en qué emplearse, “accesos
de alegría, impulsos de llorar”: total angustia creadora.
Ahora los psiquiatras y todos los médicos -que todos somos un poco psiquiatras- y
los maestros y los sociólogos, han emprendido una campaña alarmante para aniquilar
la angustia 
Si lo consiguieran, el torrente fecundo que es la vida humana, amputada de la inspiración, se tornaría en pantano ineficaz”

"Los médicos, cuando se nos ha pasado la hora de la pedantería juvenil, sabemos que todas las enfermedades, las reales y las imaginadas,. pueden reducirse a una sola: a la tristeza de vivir".
"La eficacia del vino en esta lucha contra el tedio vital es incalculable. Cuantas horas de optimismo debemos todos a una copa de vino bebida a tiempo! ¡ cuantas resoluciones que no nos atrevíamos a tomar, y cuantas horas de amorosa armonía" 

"Vivir no es solo existir, sino existir y crear; saber, gozar y sufrir, y no dormir sin soñar; ....descansar es empezar a morir

 
  * Gregorio Marañón




sábado, 12 de noviembre de 2011

¿A QUÉ DERROTA LLEGAS, MUCHACHO?


Siempre impresiona releer articulos como este, del gran maestro del humanismo: Jose Luis Martin Descalzo, que comparte con Don Gregorio, (Dr. Gregorio Marañon) una misma singularidad :  se abra por donde se abra cualquiera de sus libros, siempre se encuentra algo que resulta enriquecedor y estimulante para el alma, y que aporta luz a las circunstancias vitales de cada dia.

 ¿A QUÉ DERROTA LLEGAS, MUCHACHO?
Me ha angustiado tu carta de hoy, muchacho. ¡Te muestras tan seguro de ti mismo, te sientes tan gozoso de “haber madurado”! Te juro que he temblado al percibir esa punta de desprecio con la que hablas de tus años juveniles, de tus sueños, de aquellos ideales que –dices- “eran, sí, hermosos, pero irrealizables”. Ahora, me explicas, te has adaptado a la realidad y, con ello, has triunfado. Tienes un nombre, una buena casa, un cierto capital, una familia… Exhibes todo eso como si fueran joyas en el escote de una dama. Sólo, en medio de tanto orgullo, se te escapa un diminuto relámpago de nostalgia al reconocer que “aquellos absurdos sueños eran, cuando menos, hermosos”.

Tu carta ha evocado en mí un viejo texto del doctor Schweitzer que desde hace veinte años me persigue. Me gustaría que te lo aprendieras de memoria, porque puede ser tu última tabla de salvación:

“Lo que comúnmente nos hemos acostumbrado a ver como madurez en el hombre es, en realidad, una resignada sensatez. Uno se va adaptando al modelo impuesto por los demás al ir renunciando poco a poco a las ideas y convicciones que le fueron más caras en la juventud. Uno creía en la victoria de la verdad, pero ya no cree. Uno creía en el hombre, pero ya no cree en él. Uno creía en el bien y ahora no cree. Uno luchaba por la justicia y ha cesado de luchar por ella. Uno confiaba en el poder de la bondad y del espíritu pacífico, pero ya no confía. Era capaz de entusiasmos, y ahora ya no lo es. Para poder navegar mejor entre los peligros y las tormentas de la vida se ha visto obligado a aligerar su embarcación. Y ha arrojado por la borda una cantidad de bienes que no le parecían indispensables. Pero que eran justamente sus provisiones, y sus reservas de agua. Ahora navega, sin duda, con mayor agilidad y menos peso, pero se muere de hambre y sed.”

Leí estas palabras cuando yo era poco más que un muchacho. Y no me han abandonado nunca. Porque he visto en ellas el retrato exactísimo de cientos de vidas.

¿Es cierto, entonces, que crecer es tan terrible? ¿Vivir es simplemente ir abandonando? ¿Eso que llamamos “madurez” es casi siempre puro envejecimiento, simple resignación, ingreso en los cuarteles de la mediocridad?

Me gustaría, amigo, que antes de exhibir tanto orgullo te atrevieses a repasas esa lista de seis batallas y te preguntaras a ti mismo a qué derrotas llegas, seguro de que de ahí deducirás lo que te queda de humano.

La primera batalla se da en el campo del amor a la verdad. Suele ser la primera que se pierde. Uno ha asegurado en sus años de estudiante que vivirá con la verdad por delante. Pero pronto descubre uno que, en esta tierra, es más útil y rentable la mentira que la verdad; que, con ésta, “no se va a ninguna parte” y que, aunque diga el refrán que la mentira tiene las piernas muy cortas, los mentirosos saben avanzar muy bien en coche. Abres los ojos y ves cómo a tu lado progresan los babosos, los lamedores. Y un día tú también, muchacho, sonríes, tiras de la levita, abres puertas, sirves de alfombra, tiras por la borda la incómoda verdad. Ese día, muchacho, sufres la primera derrota, das el primer paso que te aleja de tu propia alma.

La segunda batalla tiene lugar en los terrenos de la confianza. Uno entra en la vida creyendo que los hombres son buenos. ¿Quién podría engañarnos Si de nadie somos enemigos, ¿cómo lo sería alguien nuestro? Y ahí ya está esperándonos el primer batacazo. Es una zancadilla estúpida o, incluso, una traición que nos desencuaderna el alma precisamente porque no logramos entenderla. Y nuestra alma, herida, bascula de punta a punta. El hombre es malo, pensamos. Rodeamos de hilo espinado nuestro castillo interior, ponemos puente levadizo para llegar a nuestra alma. El alma forrada de cuchillos es nuestra segunda derrota.

La tercera es más grave porque ocurre en el mundo de los ideales: uno ya no está seguro de las personas, pero cree en las grandes causas de la juventud: en el trabajo, en la fe, en la familia, en tales o cuales ideales políticos. Se enrola bajo esas banderas. Aunque los hombres fallen, éstas no fallarán. Pero pronto se ve que no triunfan las banderas mejores, que la demagogia es más “útil” que la verdad, y que, no con poca frecuencia, bajo una gran bandera hay un cretino más grande. Se descubre que el mundo no mide la calidad de las banderas sino su éxito. ¿Y quién no prefiere una mala causa triunfante a un buena derrotada? Ese día otro trozo del alma se desgaja y se pudre.

La cuarta batalla es la más romántica. Creemos en la justicia y la santa indignación se nos sube a los labios. Gritamos. Gritar es fácil, llena nuestra boca, da la impresión de que estamos luchando. Luego descubrimos que el mundo nunca cambia con gritos y que, si alguien quiere estar con los despellejados, ha de perder su piel. Y un día descubrimos que no se puede conseguir la justicia completa y empezamos a pactar con pequeñas injusticias, con grandes componendas. Ese día caemos derrotados en la cuarta pelea.

Todavía creemos en la paz. Pensamos que el malo es recuperable, que el amor y las razones serán suficientes. Pero pronto se nos eriza el alma, comenzamos a desconfiar de la blandura, decidimos que puede dialogarse con éstos sí pero con aquellos no. No pasará mucho tiempo sin que decidamos “imponer” nuestra paz violenta,  nuestras santísimas coacciones. Es la quinta derrota. ¿Queda aún algo de nuestra juventud?

Quedan aún algunas ráfagas de entusiasmo, leves esperanzas que rebrotan leyendo un libro o viendo una película. Pero un día las llamamos “ilusiones”, un día nos explicamos a nosotros mismos que “no hay nada que hacer”, que “el mundo es así”, que “el hombre es triste”.

Perdida esta sexta batalla del entusiasmo, al hombre ya sólo le quedan dos caminos: engañarse a sí mismo creyendo que ha triunfado, taponando con placer y dinero los huecos del alma en los que habitó la esperanza, o conservar algo de corazón y descubrir que nuestro barco marcha a la deriva y que estamos hambrientos y vacíos, sin alma.

Me gustaría que, al menos, te quedara esta angustia, amigo que hoy me escribes. Y que tuvieras aún el valor suficiente para preguntarte a qué derrota has llegado, muchacho.

(José Luis Martín Descalzo)

jueves, 3 de noviembre de 2011

Porque los Medicos de A. primaria se deben jubilar antes ?


También lo podríamos titular: ¿Es posible llegar a los 65 años con salud y/o con vida, dadas las actuales condiciones de trabajo y la degradación del acto médico en las consultas de atención primaria en España?
¿ Que porcentaje de compañeros médicos, mayores de 60 años, han resistido o están resistiendo esta dura prueba física y psíquica? 
Hay muchos  análisis o diagnosticos de la realidad hechos lúcida y valientemente desde hace años, por  compañeros como los de Vicente Baos, Rafael Bravo, Juan Gervas, etc, y muchisimos mas,.. Y asusta pensar que algunos están realizados hace mas de 10 y 15 años sin que haya cambiado nada, por el contrario ha seguido deteriorándose aun mas la situación. 
Otros mas recientes como  los de JM. Brea: http://medymel.blogspot.com/2011/11/un-sanitario-clamor.html  o  M Lalanda: http://medicoacuadros.wordpress.com/  , son especialmente lacerantes.

Por desgracia todos constatan una realidad : que estamos inmersos dentro de una enfermedad social de raíz política y de dimensiones de txunami, y  que los médicos, especialmente los mas cercanos a la sociedad: los "de cabecera",  estamos en el mismisimo ojo del huracán.

El origen último de esta enfermedad seria la utilización de la sanidad como medio principal de manipulación de masas, con  fines puramente electorales y al margen de la responsabilidad. (que se da en democracias inmaduras o enfermas)
Pero sea cual fuera la etiologia, como en tantas otras enfermedades. la realidad  hay que asumirla, no sin dolor.

! Que pena que en la etapa mas lucida y fecunda de la vida profesional no se pueda trabajar en España como medico de cabecera, cuando a lo largo de toda la civilización, incluso toda las representaciones universales artísticas cinematográficas etc.., la figura del Galeno esta representada precisamente por Médicos de esa edad.

! Que pena constatar que los grandes médicos que conocimos o nos formaron en sus clases y sus libros  desde Don Gregorio Marañon hasta el entrañable médico del pueblo "Don Jose", no podrían trabajar de médicos en España, hoy en dia, ,por no poder ser hábiles y ágiles contables, informáticos, administrativos, y celadores.., y por no poder tratar a las personas en tiempos infrahumanos -mas propios de  animales- en las consultas, con el consiguiente riesgo para la salud y la seguridad, tambien del medico,  dada  la actual degradación del acto médico.

! Que pena que tantos compañeros miremos la jubilación como una salida de emergencia  o como un bote salvavidas, cuando tal vez sea la etapa en la que mejor se navegan las grandes distancias,  y es mas fecunda la vida.