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Ciencia y
caridad. Picasso
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Tratamos de nuevo
este tema porque lo consideramos esencial, especialmente para estudiantes de Medicina
o médicos en formación, y lo hacemos
encabezando “con letras de neón” estas
luminosas palabras del maestro del humanismo médico: Gregorio Marañón:
“La vocación mueve a la eficacia verdadera de los hombres. Todo lo que se
hace sin vocación, por importante que parezca, se marchita como una flor. Todo
lo que se hace con vocación, fructifica para siempre. Hay que hablar, por eso, incesantemente de la
vocación.
Las vocaciones son de dos categorías: las vocaciones de amor que son únicas,
intransferibles y desinteresadas, y las vocaciones de querer, que pueden ser
múltiples, que cambian de sentido y que son, por nobles que sean, interesadas.
A partir de mi vocación de médico -una
vocación de querer, pero con ribetes muy fuertes de amor- voy a plantear de nuevo este problema
trascendental para los jóvenes, para enseñar la vocación a sus hijos*
(* Del libro
"Vocación y ética", G. Marañón)
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Cuando hablamos de vocación, todo el mundo sabe lo que
es, por lo que no suele ser necesario definirla, dándose por hecho que existe en
profesiones como: médicos, enfermeras, maestros, sacerdotes, policías, etc.
Pero si nos
enfocamos en la vocación médica: podríamos definirla como la
tendencia natural para ayudar -más allá del deber- a los demás y
singularmente al enfermo; requiere para ello de aptitud, preparación,
dedicación y responsabilidad.
Si
analizamos detalladamente esta definición, nos aportaría más luz:
"Tendencia natural": quiere esto decir, que es una predisposición
personal y por ello nace interiormente.
"Ayudar a los demás y mas singularmente al enfermo": porque no se trata -tanto o solo- de curar, aliviar o
consolar al paciente como enfermo, sino también de ayudar al hermano
menesteroso. Es por ello por lo que
el médico, especialmente el de familia, debe afrontar en su ejercicio
profesional, multiples situaciones y problemas humanos, a veces incluso haciendo labores
de consejero familiar o matrimonial.
"Mas allá del deber": es esto lo que singulariza y marca la categoría o "los quilates" de la verdadera vocación, cualquiera que esta
sea, pues se trata simple y llanamente de
generosidad o si se quiere mas bellamente expresado, de amor.
Como dice G. Marañón:
La vocación genuina, pudiéramos decir ideal, es algo
muy parecido al amor: Es
-ha dicho Pierre Ternier- una “pasión
de amor”. *GM.
"Requiere para ello de aptitud, preparación, dedicación y
responsabilidad”: Lo cierto es
que si no, seriamos simples curanderos o puros chamanes.
La aptitud, -sin entrar en criterios léxicos- queremos
entenderla como esa tendencia natural de ayudar al enfermo y requiere de preparación
para darla forma y solidez, asi como dedicación
y reponsabilidad para que resulte fecunda.
La vocación podríamos afirmar que -como las plantas- se
puede cultivar, hacer crecer o también se podría marchitar.
Y una forma de alimentarla o fortalecerla es dotando de trascendencia el
acto medico, y para ello nada mejor que hacerlo desde la fe para los creyentes, o desde
la pura racionalidad: sabiendo de la contribución al bien común; en cualquier
caso, el bien tiene asimismo su propia dinámica.
Y es que la vocación médica, tal vez tenga la
singularidad -como la dinamo de los vehículos-
de retroalimentarse con el ejercicio o el movimiento.
* Como dato anecdótico, nos comentaba un colega que
cuando comenzó a trabajar, le ayudaba mucho para fortalecer la motivación y vencer
la inseguridad consustancial a la profesión médica -por ser una ciencia inexacta-,
que antes de empezar cada jornada escribía y mentalizaba las palabras: “trato de ayudar”, lo que sin duda marcaba
una actitud humilde y fecunda.