“Yo respeto la Medicina, porque la amo, y es el amor la fuente
suprema del culto, en lo humano como en lo divino. Pero el amor es también, o debe ser también, crítica.
Solo cuando desmenuzamos en el objeto
amado cuanto tiene
de deleznable, acertamos a encontrar, allá en el fondo, lo que tiene de imperecedero.”
Gregorio Marañón
Solemos hablar de faltas de respeto y maltrato, casi siempre unidireccionalmente,
esto es: por parte del paciente hacia el médico y demás personal sanitario;
Admitiendo
que estos hechos porcentualmente puedan ser muy numerosos, pero debemos asumir –dolorosamente-
que también se producen en direccion inversa, aunque sea en casos aislados, y mas aun en el caso que nos ocupa, es decir cuando se produce
por parte del médico hacia el paciente.
Viene esto a cuento de hechos recientes que nos cuentan algunos allegados, sobre experiencias
vividas en las consultas:
Es el caso de una paciente de 70 años, soltera, que acudió al médico, manifestando
que se encontraba muy cansada y deprimida; Y la respuesta del medico fue: ¡No pasa
nada, tu lo que necesitas es un novio!
Recordamos también otras situaciones que nos contaron, como aquella paciente
con obesidad y angustiada por su incapacidad para perder peso asimismo con múltiples patologías
asociadas, que acudió al medico diciéndole: ¡yo lo que quiero doctor, es que me miren
bien de arriba a bajo!. Y la respuesta
del médico fue: ¡eso es fácil pero en tu
caso lo difícil es mirarte de lado a lado!.
Otras veces se solicitan pruebas al
paciente como PCR, de ETS, etc., sin consentimiento del mismo.
Por no hablar de las veces que se atropella la infinita sensibilidad del paciente que se halla en situación de máxima vulnerabilidad: por ejemplo cuando se le diagnostica un cancer o padece una crisis depresiva .
No hay que olvidar que el sarcasmo es una forma refinada de ofensa y maltrato, y el tuteo injustificado resulta una
forma de paternalismo fuera de lugar y asimismo una falta de respeto.
Hay que admitir que las condiciones infrahumanas de sobrecarga laboral que padece
el médico, especialmente en la atención primaria, pueden favorecer estos fallos
humanos, pero debemos combatirlos siempre en la medida de nuestras
posibilidades, porque lo que está en
juego no es solo el prestigio de tal facultativo-a, sino el de toda la
Medicina, pues el paciente cuando confía en el médico no lo hace por ser fulano
o mengana, sino por el prestigio y el aura heredado de otras generaciones que nos precedieron.
Y es que debemos recordar, que todos los trabajos suponen cuotas de poder social, y el médico, sin duda lo posee en mayor grado; Administrar
ese poder con responsabilidad, es tarea de todos, recordando siempre que
es un poder "prestado" y que hay que devolverlo -a veces a precio de
usura- en forma de servicio y generosidad, evitando los abusos o
"borracheras de poder".
Por ello debemos procurar siempre el trato humano, recordando aquello que nos enseñaron nuestros maestros : "curar a veces, aliviar a menudo y consolar siempre".