G. Marañón visitando Toledo |
Aunque reconocerlo puede suponer también un argumento para la manipulación, sobre todo si es enfocado desde fuera de la Fe, pero tal vez no deja de ser -sobre todo- un acto de humildad y de aceptación de las limitaciones humanas.
Y es que: “mirar al cielo” en ocasiones, es condición necesaria para el ser humano, aunque como el girasol no sepa que lo hace y por qué lo hace, lo niegue y no sepa por qué lo niega.
A este respecto, el maestro G. Marañón nos regala esta luminosas palabras :
“La razón conduce inexorablemente a Dios, y el milagro ni quita ni pone, a la suprema verdad de su existencia”.
Quien ha creado el mundo, que es un puro milagro universal, diario, repetido, de cada ser vivo, en cada una de las vibraciones infinitas de los átomos que nos circundan, en cada uno de los instantes del tiempo, ¿por qué no ha de contradecir, cuando le plazca, las leyes que gobiernan la vida y la muerte? ¿Y cuándo esas leyes se cumplen con arreglo a las pautas de lo que creemos natural?
No son menos reveladoras de la grandiosa e inescrutable realidad de Dios”.
Sólo quien pasa por la vida con una distracción de mineral puede necesitar de los prodigios, o de lo que llamamos prodigios, para aceptar la divina realidad.
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“El hombre se puede sentir orgulloso de su obra.
Cierto que a veces se olvida que detrás de su genio creador está Dios. Pero lo importante es que el hombre es el divino instrumento de tan inmensa grandeza.
Y nada puede atenuar la eficacia infinita de la oración sin palabras del que crea, aunque lo olvide, lo dude o piense que lo niega”.
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