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sábado, 7 de febrero de 2015

La necesidad de creer

Gregorio Marañón dando una conferencia














Precioso simbolismo: de arriba abajo:
Manantial, fuente y cántaro.
El maestro, siendo cauce.., siendo

agua.









Todos necesitamos creer: creer en algo, ya sea mas o menos trascendente.. o de modo mas o menos reconocido. Se trata tal vez, de las mas nitida frontera que separa a los seres humanos de los animales.
La Fe, es sin duda un preciado don, y como tal, conlleva un compromiso personal y social para hacer mundo mas justo y humano, atreviendose para ello a ir contracorriente. 
Quienes la hemos recibido o reforzado a través de nuestros maestros, nos sentimos moralmente obligados a proclamarlo, y para ello nada mejor que con sus propias y luminosas palabras:

El animal solo aspira, desde la oscuridad de su conciencia instintiva, a vivir a reproducirse; en todo caso, de una manera óptima. 
Pero el hombre aspira, además, a la superación de estos fines instintivos; aspira a la posesión de goces que ya no le sirven para vivir ni para reproducirse mejor, sino simplemente para gozar; aspira al dominio de la tierra y de sus habitantes, incluso de los otros hombres; a saber y a crear cosas nuevas, a inventar; y, finalmente, a perfeccionar la condición de los hombres, y en último término, a acercar el alma humana a Dios”.

"Creer es sentir dentro de uno la luz de una verdad indemostrable, ajena a la razón opuesta a ella, quizá, una luz que no ha brotado de nuestra meditación áspera y trabajosa.
Como la chispa que el hombre primitivo hacía saltar del choque rudo de las piedras, sino que vino, como la claridad de los espacios, sin que la esperásemos, ni la llamásemos, desde el manatial remoto de lo sobrehumano, en el que unos descubren y otros presienten la huella de Dios.”
“Cuando el hombre dice “creo”, sabiendo lo que dice, es, en verdad, el rey de todo lo creado. Creer en lo que sea, porque el sentido divino de la fe no está en su objeto, sino
en el hecho de que la fe exista.”
 “El alma del español está impregnada de una religiosidad histórica que aun en aquellos hombres de espíritu más liberado, en apariencia, de la preocupación de la divinidad, no llega a desaparecer, sino que queda reprimida en su subconsciente, corriendo, a veces, por cauces extraños que lo represan y canalizan”.

 La inteligencia y la dignidad de la jerarquía humana exigen, en suma, confiar en Dios, pero no trasladar a Él la responsabilidad de nuestra obra.
Dice el refrán que “A Dios rogando y con el mazo dando”; pero lo cierto es que basta dar con el mazo; porque cuando se hace con gana y se sacan chispas y estruendo sobre el yunque del deber, la oración puede ahorrarse; porque no hay ninguna oración más grata que el trabajo a la Divinidad.


                                                               Gregorio Marañón



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