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sábado, 15 de noviembre de 2025

La nueva cara de España. Análisis de un profundo cambio social

 

“No me cabe duda que el viejo mundo recibirá de América la energía que lo vita lice y, posiblemente, la luz que lo redima”.

Gregorio Marañón 


     Si observamos con detenimiento la realidad de la sociedad española, vemos que en las últimas dos décadas se ha producido un profundo cambio social que se refleja tanto a nivel fisionómico como sociológico.

     Basta sentarse en cualquier lugar concurrido, ya sea en calles, centros comerciales, sociales, etc., para comprobar que han cambiado caras y aspectos que denotan  procedencias  múltiples, desde la Hispanoamérica hermana, pero también de Marruecos, antiguos países del este de Europa, China, etc.

     Y frente a quienes  lo ven como una amenaza o peligro, otros lo  vemos más como una riqueza y una esperanza,  -sin obviar que lamentablemente también se cuelan elementos antisociales que habría que evitar y controlar-.

     A la inspección simple, se observa una mayoría social autóctona envejecida sin recambio generacional, en parte debido a la baja natalidad y también derivado del aborto, esto es por la eliminación de seres humanos cuando están en el vientre de sus madres, aceptado ya como algo natural.
 De hecho la palabra "entrañable" ha perdido ya su significado. 

   Y las megatiendas de productos infantiles: ropa, juguetes, cuidado de bebes, etc. han desaparecido, siendo sustituidas por otras de cuidado de mascotas, lo que habla por si solo.

    A nivel laboral podríamos decir que más del 90 por ciento de los servicios básicos de asistencia, son realizadas por inmigrantes.
   Y asimismo el 95% de lo que comemos, bebemos, arreglos, etc.
    Casi todos los sectores productivos asistenciales, ya sea en hogar, campo, restauración, así como el cuidado de ancianos, niños,  enfermos crónicos, mantenimiento de estructuras, etc. esta realizado por población de origen inmigrante.
      Son trabajos a menudo muy duros, que no pocas veces se llevan la salud y la vida de muchas personas.

    Podríamos decir simplificadamente, que los trabajos que "manchan las manos" están realizados por personas de origen extranjero, mientras que "los de sillón", lo están más por la población autóctona.
     Unos conllevan más riesgos para la salud y su salario es mas precario,  y los otros son más confortables y están mejor remunerados.
      El ejemplo de unos: seria un trabajo de albañil, técnico de mantenimiento o cuidadora; Y el de los otros:  bróker financiero, especulación inmobiliaria o empleado de banca.

      La población de origen hispanoamericano posee en general, unos valores singulares: espíritu de servicio y de sacrificio, empatía, visión común de la vida, etc., y por ello son mas requeridos para los trabajos de confianza: cuidado de personas, mudanzas, talleres, reparto y otros servicios esenciales. 
Y aunque algunos 
 puedan parecer distintos por sus rasgos físicos, sin embargo vital y culturalmente son igual que los autóctonos. 

        El resto de procedencia cultural diversa, parece claro que están y estarán cada vez mas integrados socialmente, por la propia idiosincrasia inmutable de España.*

 

*Los menores migrantes en España se sitúan a la cabeza deEuropa en integración socioeducativa
Un estudio de la Universidad Comillas concluye que la mayoría se siente feliz en su colegio y apoyado por profesores y compañeros


lunes, 22 de septiembre de 2025

¿Qué puede enseñar un médico de familia a los estudiantes de Medicina?

"El Doctor", cuadro de Luke Fildes.1891

       
         “Yo amo sí, profundamente a la Universidad; porque nada me colma de alegría y de paz como ese acto transido de divina humildad que es la enseñanza.
           Y esta enseñanza mía… quisiera estuviese siempre impregnada de las dos razones inequívocas del enseñar; es decir, del sentido de la responsabilidad, y del anhelo de la claridad”  

   “Lo que importa es enseñar modos: modos de conducta, modos de aprender”
Gregorio Marañón . Vocación y ética, p. 132-133.


 Se inicia un nuevo curso académico y siempre nos hacemos esta pregunta:   
       ¿Qué puede enseñar un modesto médico de familia o de cabecera -en este caso cargado con el bagaje de toda su trayectoria profesional-, a los estudiantes de Medicina?
Y la respuesta
que nos surge es: 

      Algo que no está escrito en los libros que estudian y que sin embargo resulta esencial en la práctica médica. Y es aquello que recoge "destilado gota a gota” con el tiempo, el médico de familia en su práctica asistencial. 

Son básicamente dos cosas esenciales para transmitirles:
La primera: 
       Es hacerles saber la plenitud personal y felicidad que genera la tarea de intentar aliviar el sufrimiento humano, contribuyendo con ello al bien común  y participando “de primera mano” en el verdadero progreso social.
Siendo conscientes del valor y significado de su noble labor así como la “sana adicción” que genera tal tarea.
En dos palabras: fomentar la vocación y reconocer la trascendencia del acto médico. 
(Para los cristianos puede significar además, completar la obra de Dios).

     También tratar de transmitirles la responsabilidad y "el privilegio” de ser médico de familia, pues estamos convencidos que ningún otro trabajo permite conocer mejor el alma humana y alcanzar mayor plenitud, puesto que el paciente le abre su cuerpo y alma, tanto o más, que al sacerdote en la confesión.

 Y es que, en palabras de Marañón: "permite conocer al ser humano con la verdadera autenticidad que da el sufrir".

Ello implica también a veces, asumir incomprensiones, ingratitudes y demás miserias humanas.

 Y la segunda cosa esencial sería:
      No caer en la tentación de adorar a los tres “becerros de oro” de nuestro tiempo  -y de todos los tiempos-: el dinero, el poder y el prestigio o las apariencias. 
     Curiosamente todos ellos son ofrecidos por “los satélites” que giran alrededor del mundo de la Medicina: desde las “grandes corporaciones financieras” o los “entes laborales” que prometen estos “falsos tesoros” a cambio de deshacerse de la dignidad profesional.
       
Admitiendo que estos “valores” también pueden resultar  positivos, -siempre en su justa medida-: El dinero necesario para una vida digna, así como el poder, cuando dimana y se ejerce con responsabilidad. Pero evitando "las borracheras de poder”, esto es: no cayendo en abusos, maltratos o el uso indebido del título para intereses personales crematísticos deleznables.

      Y el prestigio, cuando es de Verdad y no falsificado por “los satélites”,  también podría resultar fecundo porque aumentaría el efecto terapéutico del galeno. Así como las apariencias, cuando no son impostura o si sirven como rituales para dignificar el acto médico. 
        Pero evitando un uso torticero o pedante del prestigio social que conlleva ser médico (solo disculpable, este último mal uso, en  los primeros años de inmadurez profesional);  Prestigio, labrado por muchas generaciones anteriores, a base de vidas entregadas, generosidad, humildad y ciencia.
        En cualquier caso, estos “valores” pueden ser fugaces y cambiantes como todo lo humano, por estar sometidos a multitud de variables ajenas al valor intrínseco de la persona. 

      Tan solo permanecería invariable, un valor en el médico: el de la propia conciencia cuando se trata de obrar siempre acompañado de la dignidad profesional y humana.
       Y asimismo cuando se lleva “grabada en la mente”  la intención de ayudar al que lo necesite con todo nuestro saber y capacidad, sin importar sus circunstancias personales.