“Nuestros académicos del siglo XVIII escribieron en la portada de sus memorias estas nobles palabras:
“La Sociedad humana no es feliz porque haya uno u otro hombre grande, sino por la copia de los hombres grandes, de hombres instruidos, en las diferentes materias tenidas por necesarias para beneficio de la humanidad”.
“Delante de un niño ningún respeto es nunca suficiente; exige su presencia
de la misma pureza, aun en las intenciones, que exige la presencia de Dios.
Gregorio Marañón
Podríamos decir que hay al menos cuatro situaciones donde sentimos recargar las baterías de energía vital y reforzar el sentido trascendente de
la vida y de la vocación, y están caracterizadas por
ser portadoras de una verdad
inequívoca:
1- Rezando ante el altar. 2- Contemplando la belleza. 3- Sintiendo la bondad. 4- Estando en presencia de un niño.
Y añadiríamos una más:
5- Escuchando a los viejos maestros, especialmente en el templo médico del saber de la RANM
Escuchar allí a los viejos maestros médicos, es sentir
el privilegio de recibir la transmisión de la Verdad de verdad, esto es la
que es imperecedera al tiempo y al espacio. Y ello a través del hilo
conductor de la historia de la Medicina.
Y al mismo tiempo poder comprobar como la vejez cultivada puede
resultar tan fecunda o incluso más, que la madurez.
Podríamos
definirla como una "madurez refinada" que se ha desprendido de lo superfluo del presente.
No en vano en todas las civilizaciones y a lo largo de la
historia de la humanidad, los viejos maestros fueron siempre guías y templos de
sabiduría, así como objeto del máximo respeto.
A excepción del "último
cuarto de hora", históricamente hablando, donde la juventud y la inmadurez son
los que guían los destinos de muchos pueblos, y así nos va.