Uno de los mayores dramas de nuestro tiempo es la crisis de la Verdad, y un
ejemplo de ello es que se haya politizado hasta extremos irracionales la muerte
de los no nacidos en el seno de su madre, y hasta el punto que la defensa
y protección de los mismos, se equipara al fascismo o la extrema derecha.
Y ello a pesar de que para los médicos se trata de uno de los
fundamentos del eterno y universal Juramento Hipocrático, vigente hasta
ahora durante mas de dos mil años. Es como si la defensa o la actitud a favor del racismo o del
holocausto se asociara a la libertad y al progreso.
Desde esta revista medica
I-Sanidad se informa de la iniciativa de algunos médicos heroicos (ya llegan a mas de mil), lo que significa
un soplo moral de aire fresco para la profesión medica, y que tal vez algún día
se recuerde al igual que los pocos médicos alemanes que se opusieron al
holocausto.
“Errar, verbo simbólico que significa al mismo tiempo vagar
y equivocarse: los dos grandes maestros de la vida.
Haber errado mucho y no tener intención de engañarnos. No
hace falta más”.
Gregorio Marañón
Asumir los propios errores es un acto de humildad que nos hace mas humanos y por ello mas tolerantes.
Comprender los errores de los demás es un acto de generosidad que nos hace mas libres y por ello mas sabios.
Y es que no podemos olvidar que ambas cosas, son siempre dones gratuitos.
Es frecuente ver en los grandes creadores, errores en su
escritura como en este manuscrito del maestro Marañón: palabras tachadas e ilegibles, flechas que las unen entre líneas,
cambios de dirección, etc.
Y simbólicamente es porque el camino empedrado de la creación, que es el de
la Verdad, está forjado con rocas: algunas de las cuales se han de pulir, otras de dudas
que a menudo hay que saltar, y aun hay otras “chinas” que ocasionalmente se meten en el "zapato, al caminar."
Pero existen también las que son lanzadas con el
“tirachinas” de la envidia o con la “honda” del resentimiento, son éstas las
más dolorosas por venir de la mano del hermano ciego o tal vez cojo.
Mas son “rozaduras”, quizá a la larga estimulantes, pues no
llegan nunca al corazón y cicatrizan al instante cuando éste se halla revestido
de la generosidad, que no es sino “el acorazado manto de Dios”.
La importancia del futbol como fenómeno de masas resulta
evidente, lo hemos vuelto a comprobar en el reciente mundial de Qatar, y su
incidencia en la salud social es innegable.
Y es que, aunque el deporte en general sea un tema un tanto desdeñado
o menospreciado por los intelectuales, especialmente de aquellos que más
miramos y admiramos como G. Marañón y Juan M. de Prada, que así
lo expresan, tal vez sea porque no han analizado en profundidad su incidencia
y calibrado su verdadera dimensión humana.
Es seguro que si Marañón hubiera podido contemplar, como hoy
lo podemos hacer por televisión: países y casi el mundo entero, paralizados por un partido de fútbol, incluidos niños, adultos y ancianos, etc, indistintamente de su edad y condición, asimismo presididos por
Jefes de Estado, y todos los medios de comunicación enfocados en ello, etc., hubiera
percibido el profundo significado del deporte en la evolución de las sociedades
humanas.
Porque nada de cuanto hace el hombre, que no esté enfocado
al mal, es estéril.
Como médico, he podido observar a ún enfermo en fase terminal recuperar
toda la atencion y el animo vital durante el tiempo que duró un encuentro de fútbol,
algo que no lograba ninguna medicina.
Y es que el deporte en general y el futbol en particular,
poseen algunas características:
1- A su través se encauzan, a modo de juego, las energías más primitivas del hombre.
2- Es un medio de comunicación universal, a traves del lenguaje comun de las emociones, y es que hasta en el rincón más perdido del globo se conoce hoy a Messi,
Cristiano Ronaldo, etc.
3.- Se favorece la integración social de la inmigración
justo en el eslabón más sensible: los niños. El solo hecho de que el mito o héroe deportivo sea Messi, Cristiano, Mbappé, Pelé,etc., resulta más efectivo que
cualquier campaña de concienciación antirracista.
4.- Se transmiten valores supremos, por ejemplo el acto
simbólico, tan frecuente en muchos jugadores desantiguarse al salir al campo. Y es que cuando un ídolo -esto es alguien a quien se admira y por
ello susceptible de enseñar por mimetismo- se santigua ante miles demillones de personas, no puede resultar algo intrascendente.
Como tampoco el acto simbólico debesar el anillo conyugal
en el momento extremo de la emoción del gol, como lo haría hoy Don Quijote
hacia Dulcinea.
Esta noble y trascendente función del deporte se puede
visualizar en la calle a través de la imagen: por ejemplo el
inmigrante viste de calle hoy, camiseta de fútbol
o básquet, botas de baloncesto o gorra americana de béisbol, parece estar gritando: aunque tenga distinto
color de piel soy como tú, hijo del mismo Padre”.
Pero como toda actividad humana es dinámica, algo está
cambiando: la información deportiva -no por casualidad presentada casi siempre
por informadores con cierto aire infantil- se enfoca cada vez menos en la victoria o
derrota de un equipo y se acerca más al lado humano, a la anécdota, a la
persona.