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domingo, 26 de abril de 2015

La importancia de la mujer en Medicina. ¿Porque hay mas médicas que médicos?



Partiendo de la base, de que cuando hablamos de seres humanos, no existen las palabras "superior o  inferior";  Y de que la complementariedad, casi siempre es buena en cualquier actividad humana.

Si analizamos el papel de la mujer en la sanidad, hoy en día, coincidiremos en admitir -sin criterio excluyente- que  la mujer -por el solo hecho de serlo- posee una mayor aptitud para el ejercicio de la Medicina -al igual que para Enfemeriay tal vez mas específicamente para la de médico de Familia.
Y lo hacemos sin caer en tópicos machistas ni "feminismos de salón", tan de moda en la actualidad.
Hay que recordar que hace tan solo 3 generaciones "anteayer": la mujer "no tenia alma" y no eran consideradas personas, como "ayer" tampoco lo eran los judíos y los negros , y "hoy"  tampoco lo son: los niños cuando están dentro de su madre.

Es por ello, por lo que, en situación de igualdad de oportunidades, existe un mayor porcentaje de mujeres  médicos y sobre todo estudiantes de Medicina, al contrario de lo que ocurría hace tan solo 50 años, en que eran mas del 95 por ciento, hombres.
Por eso tienen más valor, las palabras predicativas de Gregorio Marañon:
 "Es indudable que la Medicina, sobre todo en varias especialidades, es uno de los mas aptos carriles para la actividad específicamente femenina" (1928)

Tal vez la raíz mas profunda de esta aptitud y actitud de la mujer, se halla prendida a su instinto maternal y las huellas antropológicas, sociales, culturales y genéticas que este deja en el ser humano.

Y es que cabe recordar, que la calidad y calidez de la relación madre-hijo de amor incondicional, no es igualable a ninguna otra, y está especialmente marcada en los nueve meses en que viven ambos juntos compartiendo la misma sangre y hasta la mas leve onda de sus emociones.
 Es por eso por lo que la mujer siempre estará embestida por el manto protector invisible natural o sobrenatural de la maternidad, y el paciente enfermo -siempre en situación de vulnerabilidad-, por la del hijo. 

 Estas hermosas y profundas palabras de Gregorio Marañón, hablan por si solas:


 “El que haya estado alguna vez gravemente enfermo, o el que haya visto de cerca a los que lo están, sabe bien el mágico poder de consuelo vital que con su sola presencia la mujer ejercita.

Muchas veces, en el cuarto de alguno que iba a morir, he sentido noblemente humillada mi ciencia de curar y mi energía de hombre ante la magia prodigiosa del simple rumor de una falda que iba y venía.
Ningún remedio de los nuestros, pobres médicos, tiene el poder maravilloso de una mano de mujer que se posa sobre la frente dolorida. 
 En ese trance, la ciencia desaparece, y es en la mujer donde se apoya la angustia del que va internándose en la soledad sin orillas del más allá.”
                                                                                             Del libro "Vida e Historia!  Madrid, 1943.


jueves, 16 de abril de 2015

La no-prescripción de antibióticos, como signo de buena praxis

 
Una de las desviaciones más comunes en Medicina y mas significativamente en la atención primaria, tal vez sea caer en el dogmatismo profesional, manifestado en diferentes modalidades y direcciones.

Y una de las más frecuentes es la "reacción pendular" manifestada en forma de resistencia "manía o fobia" a prescribir antibióticos ante la mayor parte de los procesos infecciosos, achacando supuestamente su etiología solo a procesos vírales, inflamatorios o alérgicos; y excluyendo la etiología bacteriana aunque pudieran acompañarse de signos externos sugerentes.
Todo ello basado en la anamnesis y exploración general que "dan de si" los menos de 6 minutos por paciente, que se dispone en las consultas medicas de atencion primaria.

Al final se acaba recurriendo al popular "dúo sacapuntas": de ibuprofeno y paracetamol, (que ahora descubre la tele que no son tan "chupis"). O a los "cócteles" de codeína o dextrometorfano en forma de "cubatas" (en jarabes con excipientes alcohólicos), con tan desastrosos efectos secundarios en pacientes polimedicados o niños.

Este dogmatismo anti-antibiótico parece estar de moda, hasta el punto de asociarse a la buena praxis medica, además de ser estimulado a veces con las monedas de plata que ofrecen los gestores políticos sanitarios; Y surge como reacción a un uso desmesurado y descontrolado de antibióticos, por ello resulta más frecuente que el inverso: el que tiende a prescribirlos por cualquier proceso febril o banal, descalificadose como "medicina complaciente, irresponsable o defensiva".

Aunque ambas tendencias, con flexibilidad y sin dogmatismo, resultarían razonables pues se evitan resistencias, se previenen complicaciones, etc.

Lo cierto es que debemos admitir que: mientras la Medicina sea una ciencia inexacta -como siempre lo fue y lo será-  y por ello insegura: el dogmatismo siempre será tambien el atajo más fácil y accesible para afrontar la práctica médica, pues libera de la incertidumbre y relaja de la responsabilidad; Pero también resulta el mas peligroso pues priva al acto medico de su esencia mas necesaria: el trato humano y singular del paciente.

Y es que, este trato humano -además de la correcta y persistente preparación a través del estudio-, es el mejor antídoto y más eficaz complemento para afrontar con seguridad y confianza la práctica de la Medicina.

La experiencia profesional nos ha permitido ver o saber de casos expresivos: como algunos procesos aparentemente banales, catalogados empecinadamente como simples procesos víricos, que resultaron dramáticamente graves y que posiblemente no hubieran ocurrido de haberse instaurado tratamiento antibiótico en el momento adecuado.
 Como  meningitis neumococicas cuyo proceso inicial o evolutivo pudo pasar por catarro u otitis;  Septicemias fulminantes secundarias a pequeños abscesos, en pacientes diabéticos o especialmente vulnerables.
O niños con aparentes  rinitis o alergias cronicas tratados perennemente con antihistaminicos pero con posibles sinusitis o bronquitis de fondo etiologico, y resueltos eficazmente con tratamiento antibiótico.

Pero para poder tomar decisiones terapeuticas con una mayor capacidad de acierto es preciso una correcta anamnesis y exploración física, lo que a su vez requiere de un factor esencial y por desgracia ausente hoy en día, en las consultas de atención primaria en nuestro país: el tiempo. (recordemos menos de 6 minutos por paciente, incluidos niños).

Desde esta pequeña ventana -aun a riesgo de ser estigmatizados o excluidos-  y siguiendo la "técnica del disco rayado", continuaremos clamando que la reivindicación numero uno de los médicos de familia en España debe ser: exigir  un tiempo digno para atender a los pacientes, aunque para lograrlo sea necesario el auxilio de la Ley.

 Nos iluminamos una vez mas, con el candil de G. Marañón:

 “Todas las lacras de nuestra Medicina pueden reunirse en las dos grandes manifestaciones
del dogmatismo
:

 Una, práctica, el profesionalismo, y otra, teórica, el cienticifismo..
Consiste el profesionalismo en el intento, deliberado o no, de convertir en lucrativa,
en fuente de riqueza una profesión que, aunque legítimamente remunerada,
debe siempre tener sobre su escudo el penacho del altruísmo..
 
Por cientificismo se entiende, en el caso mejor, la fe excesiva en todo lo que
viene de la ciencia; y, en el caso peor, se llama así al manejo intencionado de todo
lo que no lo es, para pasar por hombre de ciencia y aprovechar indebidamente la
prerrogativa que este título supone ante la gente vulgar”.

lunes, 6 de abril de 2015

La impúdica indiferencia ante los crueles asesinatos de cristianos


Asesinato de 147 jóvenes estudiantes cristianos

No cabe expresar en palabras, la indignación, repugnancia e impotencia que produce contemplar la impúdica indiferencia mundial ante la exhibición de máxima crueldad humana,  y que se hace habitual fundamentalmente con el asesinato de cientos de miles de cristianos en todo el mundo y también de otras personas. 

Ello contrasta con la reacción mundial inmediata y generalizada, cuando las victimas son del "primer mundo" y no llevan apelativo de cristianos, incluyendose campañas de "je suis... " y manifestaciones en las calles con la presencia de líderes mundiales. 

Nadie puede expresar más y mejor, esta impúdica indiferencia,como los profesionales de la palabra, exploradores de Verdad.  En este caso exponemos la de nuestro admirado  Juan Manuel de Prada:
Y es que, como bien dice, lo peor de toda esta exhibición de infinita crueldad humana, seria tambien reducirlo y enfocarlo ciega y simplistamente, como "un problema entre religiones".

Exponemos algunas frases del artículo: "La equidistancia" que nos parecen especialmente clarificadoras  (y mas abajo el articulo entero.)

"...  Aquellos que  ilusamente, piensan que las religiones –así, en plural– son una calamidad que debe repudiarse, puesto que impiden el advenimiento de las luces de gas de la Señora Razón, y el disfrute opíparo de la Señorita Democracia, su hijita licenciosa y cachonduela...

..  Nótese, por lo demás, que los yihadistas, que saben muy bien que el Nuevo Orden Mundial es anticrístico, no dirigen sus ataques contra sus organismos y gerifaltes, sino contra cristianos. 
No entran con sus ametralladoras en el gimnasio de tal mandamás de la ONU, o en la peluquería de tal mandamasa del Fondo Monetario Internacional, sino en templos católicos u ortodoxos, o en universidades donde saben que estudian cristianos (y, antes de matarlos, se aseguran de que lo sean). 
Con esto vuelve a demostrarse que la vesania yihadista y la «equidistancia» occidental tienen una estrategia y un enemigo común" .... 

Articulo entero (en abc.es):  "La equidistancia"   

JUAN MANUEL DE PRADA
A nadie habrá pasado inadvertido que la reciente matanza en la universidad de Garissa, en Kenia, no ha provocado los mismos plañidos entre los mandatarios occidentales que, por ejemplo, el asesinato de los caricaturistas de Charlie Hebdo; tampoco ha desatado el fervorín de proclamas y manifiestos a que los intelectuales pelmazos de izquierdas y derechas nos tienen acostumbrados; y ni siquiera se han montado manifestaciones multitudinarias con cartelería solidaria («Je suis Patatín o Patatán»), para que las masas cretinizadas puedan echar la lagrimilla y volver a sus casas orgullosísimas de haberse conocido. Es probable, en cambio, que a algunos les haya pasado inadvertido que, al mismo tiempo que los jóvenes cristianos keniatas eran masacrados, el metro de París exigía la retirada de unos carteles en los que se anunciaba el concierto de unos curas canoros; y no se hacía por aversión a esa plaga pestífera de los curas canoros, sino porque, según se especificaba en los carteles, la recaudación del concierto se destinaría a «los cristianos de Oriente». Para justificar la remoción de los carteles, el metro de París alegó que infringían la «laicidad», excusa en verdad demente, pues darle dinero a quien lo necesita no significa hacer profesión de fe ni proselitismo. Lo que en verdad querían decir estos bellacos es que los carteles de marras estaban infringiendo la «equidistancia», que es donde está la madre del cordero.
Lo que hicieron esos bellacos mierdosos del metro de París lo vemos, bajo expresiones menos diarreicas o más disimuladas, en cualquier lugar de Occidente, incluida nuestra España putrefacta; sólo que los franceses, que acaban de recibir el mazazo hebdomadario, están todavía más cagaditos que el resto, y en su afán por hacer postureo equidistante, exageran la nota hasta la abyección. Pero la enfermedad de la equidistancia es el fantasma que recorre todo el Occidente neopagano: lo padecen sus politiquillos, pobres monigotes al servicio de un Nuevo Orden Mundial que tiene claro (y lo ha tenido siempre) que el verdadero enemigo es el cristianismo, cuya derrota debe alcanzarse a través de todos los medios, incluido el aprovechamiento del terror islámico, que puede empujar a muchos a la apostasía por miedo; y lo padecen también sus masas cretinizadas, esas turbas de paganos (en el doble sentido de la palabra: porque han dejado de creer en Dios y porque son tan sólo rebaños de pulgones a los que el Nuevo Orden Mundial ordeña por vía tributaria, para que financien sus usuras) que, ilusamente, piensan que las religiones –así, en plural– son una calamidad que debe repudiarse, puesto que impiden el advenimiento de las luces de gas de la Señora Razón, y el disfrute opíparo de la Señorita Democracia, su hijita licenciosa y cachonduela.
Nótese, por lo demás, que los yihadistas, que saben muy bien que el Nuevo Orden Mundial es anticrístico, no dirigen sus ataques contra sus organismos y gerifaltes, sino contra cristianos. No entran con sus ametralladoras en el gimnasio de tal mandamás de la ONU, o en la peluquería de tal mandamasa del Fondo Monetario Internacional, sino en templos católicos u ortodoxos, o en universidades donde saben que estudian cristianos (y, antes de matarlos, se aseguran de que lo sean). Con esto vuelve a demostrarse que la vesania yihadista y la «equidistancia» occidental tienen una estrategia y un enemigo común. Y que a ambas las guía la misma luz, aquella luz –en palabras de Chesterton– «que nunca se ha extinguido, un fuego blanco que se aferra como una fosforescencia extraterrenal, haciendo brillar su rastro por todos los crepúsculos de la historia: es el halo del odio alrededor de la Iglesia de Cristo».