miércoles, 21 de octubre de 2015

El médico y el cura: semejanzas y diferencias


Gregorio Marañon a la salida de misa en Toledo

De sobra es sabido que gran parte del trabajo del médico de familia en nuestro país, es labor psicosomática y social, funciones que antes asumía o compartía casi en su totalidad con el cura: desde la asistencia a enfermos crónicos o moribundos, a problemas familiares, personales o sociales.
Aunque hoy en día, el poder político con su "ingenieria social" ha conseguido reducir o erradicar dos de las estructuras sociales mas sólidas del ser humano -las mas amenazantes para la manipulación "democrática" de las masas- como son: la Iglesia y la familia.

"El médico y el cura, dos pilares de la sociedad: uno hoy, más incomprendido; el otro más sojuzgado, por el  poder político.
Dos sacerdotes del alma, dos obreros, peones o albañiles de Dios."

El maestro Marañon hace numerosas referencias a esta coincidencia de papeles, y mas significativamente en lo referente a nuestra vocación de servicio y labor social:

“En teoría, se necesita, para ser un buen médico, una calidad muy excelsa de vocación.
Si ha de ejercer su profesión en las condiciones medias, su hallazgo continuo será el dolor (...) y en suma, su asistencia social será no más alta, pero sí mucho más abnegada y penosa que la del mismo sacerdote, porque éste no tiene que afilar todos los días su ciencia, como el galeno, y sobre todo porque el sacerdote no se acerca a la miseria humana, como nosotros, con la carga terrible de la responsabilidad.

El sacerdote sabe que va a hacer seguramente un bien y que va, seguramente, a dejar en pos de si una estela de veneración.
El médico, en cambio, no sabe si, acertando o no, le acompañará la gratitud, siquiera el respeto del enfermo y de sus familiares.

Ha de ser, pues la vocación del galeno de los quilates más altos para cumplir un día y otro, con las noches que sean precisas, su misión abnegada y oscura, sobre todo en ciertos de sus aspectos, como el médico de guardia de un hospital o Casa de Socorro, o el que hace la vida de sacrificio y guardia permanente como médico titular o de visita en un barrio de los suburbios de las grandes ciudades o en las aldeas.”


Del libro Vocación y ética y otros ensayos. Madrid, 1953, Obras Completas, IX pág. 352.


G. Marañon a la salida de la catedral de Toledo

 “La razón conduce inexorablemente a Dios, y el milagro ni quita ni pone, a la suprema verdad de su existencia”.
Quien ha creado el mundo, que es un puro milagro universal, diario, repetido, de cada ser vivo, en cada una de las vibraciones infinitas de los átomos que nos circundan, en cada uno de los instantes del tiempo, ¿por qué no ha de contradecir, cuando le plazca, las leyes que gobiernan la vida y la muerte? ¿Y cuándo esas leyes se cumplen con arreglo a las pautas de lo que creemos natural? No son menos reveladoras de la grandiosa e inescrutable realidad de Dios”.
 

Sólo quien pasa por la vida con una distracción de mineral puede necesitar de los prodigios, o de lo que llamamos prodigios, para aceptar la divina realidad. “El hombre se puede sentir orgulloso de su obra.
Cierto que a veces se olvida que detrás de su genio creador está Dios. 

Pero lo importante es que el hombre es el divino instrumento de tan inmensa grandeza.
Y nada puede atenuar la eficacia infinita de la oración sin palabras del que crea, aunque lo olvide, lo dude o piense que lo niega”.


 “Menos en religión, todas las heterodoxias me fascinan”.
Del prólogo a Síndromes adiposogenitales, de J Cervera-Pino, Barcelona, 1951.




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